14 Después de tanto

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Jasmine eligió también su mejor vestuario y se quedó vistiendo su desnudez, se sentía ridícula en el conjunto negro de encaje, su cuerpo no es el de antes, no es la misma joven que se marchó alguna vez en ningún aspecto, el tiempo ha dejado huellas visibles, como la marca de la cesárea y la histerectomía para salvarle la vida, e invisibles como las huellas que Stella había dejado en su piel de cada encuentro íntimo entregándose en cuerpo y alma.

La castaña se detiene un momento para admirarla, la joven muchacha se transformó en mujer, una hermosa mujer, pero Jasmine siente vergüenza de su cuerpo.

—Nos metamos a la cama —intenta taparse.

—Espera —la detiene pegándola a ella—, quiero verte, te has transformado en la mujer más hermosa que jamás había imaginado.

—Una mujer con una cicatriz de una cesárea, un cuerpo lleno de celulitis, y pechos caídos. No tengo el cuerpo que tiene Janet, no tengo veinte, ni siquiera treinta, amor.

—¿Y qué? ¿Crees que me importa? Hemos pasado ambas por cosas, hay huellas que han quedado en tu piel, pero sigues siendo la misma mujer de la cual llevo enamorada más de la mitad de mi vida y besaré cada una de tus inseguridades, hasta que te sientas segura.

—¿De verdad no te importa?

—No ¿Puedo verte? —Jasmine se ruboriza y aparta la mirada, apartándose de ella. Stella suspira y sonríe, cargando su mirada de deseo— Si pudieras verte desde mis ojos, entenderías que para mí, eres la mujer más hermosa que jamás haya visto.

—¿Más que Susan Reinolds? —indaga celosa—. Ví una foto de ustedes tomada por paparazzis almorzando entre risas.

—Y en cada ocasión con ella hablábamos de los amores de nuestras vidas, ella me hablaba de su mejor amiga a quien nunca dejó de escribirle cartas que jamás mandó y yo le contaba del amor de vida, quien por cinco años me escribía cartas.

Sin dejarla indagar más la besa para callarla y Jasmine se entrega a ella, caminan a pasos lentos hasta la cama, Stella la sienta y le pide subirse un poco más atrás para quedar a orcadas sobre ella, besa y toca en caricias a la pelirroja, su boca recorre un camino que muchas veces antes recorrió, se sabe la ruta de memoria, pero la besa y explora su cuerpo como si fuera la primera vez.

—Te amo, Jasmine, te amo.

Le susurra mientras baja a sus pechos y abre sus piernas para acomodarse entre ellas llevando una mano a la intimidad que siempre ha estado urgida de ella, porque en todos estos años cada vez que tuvo un orgasmo auto inducido, lo hizo pensando en Stella en que ella quién se encargaba de provocarlo. La castaña la mira y luego de tocar su humedad, se lleva la mano a la boca cerrando los ojos comos si acabara de probar su sabor favorito de helado.

—¿Puedo? —indaga llena de lujuria.

—Sí —confirma la pelirroja, roja como el color de su cabello.

Stella sigue la labor con su mano, mientras baja despacio a probar su intimidad, la respiración de Jasmine se torna agitada y los gemidos no dejan de salir de ella. La castaña se sumerge en ella y tan solo en el primer contacto de su boca, Jasmine cree que va a enloquecer de placer, está demasiado sensible. Entre besos, lamidas y su mano habilidosa, tocan a la pelirroja, su mano libre se desliza por su abdomen para tocar sus pechos, le pide que la mire, quiere ver cómo la lleva al orgasmo, ahora el pudor no esta en esta habitación y ambas se dejan llevar.

La pelirroja llega a su paraíso de la mano y boca del amor de su vida, pero Stella aún no está saciada, no de ella, no después de 17 años y sigue en su labor de limpiar los restos de lo que provocó.

Enséñame a amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora