Un nuevo día comienza en la cabaña de Stella. Jamás se hubiera imaginado que algún día amaneceria junto al amor de su vida y a dos adolescentes de los cuales ambas se van a convertir en sus protectoras.
—Buenos días —se levanta Jasmine y la besa mientras busca una taza en la alacena—, te levantaste temprano, cuando toqué la cama no estabas.
—Sí, me desperté yendo a corroborar que todos estuvieramos en casa y fui a ver si Ender logró descansar un poco y está durmiendo bien, hasta ronca —ellas ríen—. El agua está caliente —le señala la tetera.
—¿Qué horneas? —la abraza besando su cuello, mientras la castaña se seca las manos—, eso huele rico, pero tú eres mi comida favorita.
—Siempre tan descarada —se separa un poco de ella y la besa. Entonces ve a Laura parada en el pasillo con la boca abierta— ¿Qué pasó Lau?
—Ustedes...
—Sí, nosotras.
—Lo sabía —hace una seña con su brazo de victoria y ellas ríen— ¿Hay algo para comer? Tengo hambre.
—Estoy horneando galletas —le sonríe Stella—, ve a lavarte los dientes y la cara así desayunamos —ella asiente bostezando. Se miran con Jasmine y sonríen.
—¿Te imaginas si fueran nuestros?
—Son nuestros, haré todo lo posible para que ellos no vuelvan a esa casa.
La abraza fuerte besando su cabeza, luego ponen la mesa para desayunar, cuatro tazas, las galletas recién horneadas, Bosco jugando con su pelota, Jasmine conversando con Laura mientras ríen y hablan de libros.
—Ve a despertar a tu hermano —le pide la castaña besando su cabeza y vuelve con Ender adormilado—. Buenos días, horrendo durmiente —el sonríe y le saca la lengua, siéntate así desayunamos.
Los hermanos abrazados se sienten lado a lado, Jasmine les sirve el agua caliente para el té, también les coloca jugo de naranja en un vaso y les pasa el azúcar, Stella toma asiento a su lado y comienzan a desayunar, pero ellos a pesar de que miran las galletas no las tocan.
—¿Qué pasa, no les gustan las galletas?
—En casa no nos dejan tocar la comida que es de ellos —dice Laura— a menos que nos den permiso —las mujeres se miran, ahora entienden porque la pequeña está tan delgada— ¿Podemos comer galletas? —Stella suspira cerrando los ojos despacio y la niña cree que la he enfadado, su hermano toma su mano.
—Niños, toda la comida que hay en esta casa también pueden comerla, no es necesario que pregunten —ellos la miran asintiendo y suspirando aliviados—, jamás les voy a negar nada. Solo avisenme cuando algo se acabe a mí o Jasmine. Ahora por favor coman.
Ellos toman cada uno una galleta y se miran, luego abren los ojos grandes al notar que están deliciosas, vuelven a mirarse y sonríen. Ambos parecen niños chiquitos y en cierta medida aún lo son aunque tengan 17 y 13 años. Se les negaron tantas cosas que no tuvieron una infancia normal. Jamás habían probado galletas caseras tan ricas como estás.
Laura se va con Jasmine a hacer unas compras al pueblo, ya que la casa de Stella queda a unos 25 minutos más o menos. Ella se sienta al lado del joven que ya tiene el lugar del golpe aún más morado y el ojo algo rojo, el labio parece un poco hinchado, le da la compresa congelada y lo mira. Necesita hablar con él algunas cosas.
—Ender hay cosas que necesito saber —él la mira y lo sabe— ¿No les daban de comer? —él traga, y juega nervioso deshilachando el hueco de su jean rasgado— ¿Por qué más los han hecho pasar?
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Enséñame a amarte
Storie d'amoreUna profesora de literatura que ama de manera prohibida a una mujer. Ella una directora carismática para sus alumnos y en su trabajo, pero tremendamente infeliz en su matrimonio con un marido al que nunca amó. ¿cuánto tiempo pasará para que una amis...