Noche de pasión

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-..Ahora que estamos a solas, sí puedo decirte lo que me hubiera gustado comer -...Esteban se acercó a mí, acorralando mi cuerpo contra la pared de la habitación.

-...¿Hubiera? ¿Acaso ya no quieres comer?

-Faltaba más?!! -....posó sus labios sobre mi oído, haciéndome estremecer-. Todavía tengo hambre, pero no precisamente de ensalada de verduras.

-Entonces de qué tienes hambre?

-...De tus labios —susurro, antes de arrebatarme todas las palabras con un beso profundo y que nubló toda mi razón.

Sus labios son suaves y carnosos, pero tienen una habilidad increíble para hacerme vibrar bajo ellos. Su lengua no tiene gran experiencia, pero sabe usarla a la perfección, recorriendo mi boca de una manera que me tiene ardiendo de deseos.

Para acrecentar todas esas sensaciones tan maravillosas que florecían en mi interior y se hacían cada segundo más intensas, enredó su mano en mi pelo, presionando con firmeza y suavidad mi nuca, impidiéndome cualquier ruta de escape.

Me sentía presa en su boca, maravillada por la forma en que sus labios encajaban con los míos y me devoraban a sus anchas. Un beso nunca me había parecido tan rico, ardiente y avasallante.

Nos separamos con lentitud y la respiración agitada, viéndonos fijamente a los ojos. No hubo palabras de por medio, ambos teníamos en claro lo que deseábamos una vez más y nuestros labios morían de ansía, por esa razón se buscaron de nuevo, con una efusividad que me sorprendió y me encendió a partes iguales.

Me dejé dominar por sus labios, olvidándome del mundo entero a mi alrededor. Nuestro beso se hacía cada vez más furioso e intenso, como deseando quitarnos la boca.

Solo sentí, en medio de la bruma en que sus labios me tenía, que me levantó en sus brazos con suma facilidad, sosteniéndome del trasero para no dejarme caer.

Sintiendo una enorme ola de calor en mi ser, me abracé a su cuerpo, correspondiendo el beso con la misma intensidad con la que él me besaba. Acaricié su cuello y enredé mis manos en sus cabellos, dejando mi alma entera en su boca. Me sentía hechizada por sus labios y completamente ebria con la forma en que los movía sobre los míos.

Una de sus manos ascendió por mi espalda hasta mi nuca y me presionó contra sí, haciéndome sentir sus músculos y la dureza que se apretaba contra mis muslos, encendiendo el fuego que ya se encontraba prendido en mi interior.

Mi espalda chocó contra algún objeto sólido, pero en lugar de detenerme a mirar en qué me había subido Esteban, me aferré de su cuello, besándolo como si su boca fuese oxígeno para mis pulmones. Me encontraba fuera de mí misma, solo sentía inmensos deseos de seguir siendo besada y acariciada por él.

Hace mucho no me apretaban de esa manera tan fuerte y no me besaban con tanta intensidad, haciéndome sentir deseada y querida. Un solo beso y unas cuantas caricias me tenían a fuego y sumamente húmeda, deseosa de llegar a la cúspide de la montaña.

Mi tacto nunca podrá compararse al de un hombre, mis dedos no son capaces de llenar el espacio entre mis piernas.

Las manos de Esteban son grandes y se sienten tan bien por cada centímetro de mi cuerpo. Pese a que está tocándome por encima del vestido, me encuentro muy caliente.

Descendió su boca por mi mejilla en dirección a mi oído, guiando una de sus manos por el centro de mi pecho mientras con la otra apretaba mi trasero con firmeza. Oí un suave susurro que me encendió el doble, aunque no comprendí lo que dijo. Sus labios y sus caricias me tenían embelesada.

Me di el gusto de palpar cada uno de sus músculos, apretando con algo de fuerza toda su carne y sintiendo bajo mis manos como se tensaba con el roce de mis dedos.

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