4. ¡Vete a la mierda, Cupido!

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¿Qué debes hacer cuando encuentras a tu novio metiéndole la lengua hasta la garganta a otra chica? Opción A: Hacerte la ciega y dejar que los cuernos te crezcan hasta que lleguen a los cables de electricidad y dejes a todo un vecindario sin corrie...

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¿Qué debes hacer cuando encuentras a tu novio metiéndole la lengua hasta la garganta a otra chica? Opción A: Hacerte la ciega y dejar que los cuernos te crezcan hasta que lleguen a los cables de electricidad y dejes a todo un vecindario sin corriente y así no ser la única que tenga que pasarlo mal, opción B: Gritarle como una loca con altavoces para que todo el mundo se entere y quedes afónica y así poder pasarte dos días llorando sin hacer ningún ruido.

Menudas estupideces me pasaban por la cabeza.

Con la primera, perdía la poca dignidad que me quedaba, al seguro. Y la otra, pues me volvería viral en Internet una vez que ganáramos público, ya me podía imaginarme los estúpidos comentarios. Pero como yo soy al revés al mundo, me inventé una opción C, claramente. Ni siquiera lo pensé, le lancé la brocha que tenía en la mano, directo a la frente. Ojalá le saliera un chichón y tuviera que ocultarse por tres días más.

Intentó perderse de la dirección de la brocha con un ridículo movimiento pero, claramente, no lo logró y me regodeé por mi buena puntería.

La mezcla entre el enfado y la decepción no cabía dentro de mí después de haber visto cómo Leo manoseaba otro cuerpo. Chloe me lo había repetido muchas veces a pesar de que ya lo sabía, que él era un estúpido mujeriego que pensaba con el pene en lugar de utilizar las neuronas, y aún así decidí darle la oportunidad.

A pesar de no ser el motivo principal, también me cabreó que el imbécil sí que tenía buen gusto a la hora de elegir, y lastimosamente no lo decía por mí. Megan era muy guapa, sus ojos miel combinaban perfectamente con la cabellera rubia con ondas que le llegaban más abajo de la cintura, labios carnosos y una sonrisa estirándolos, que demostaraba que estaba por encima de los demás sin importar cuántos centímetros de tacón usara, el escote de su blusa y la minifalda del equipo sobre unas perfectas curvas mostraban sus piernas de modelo a la vista de simples mortales como yo, dejando muy poco a la imaginación de otros como Leo.

Claro que tenía que ponerme los cuernos con ella si era una bomba, que bien podría ser yo, pero en versión mini, quizá eso era lo que más me pinchaba, eso y que ahora no habría quién la soportara en los entrenamientos.

—¡Pero Andrea! —me regañó, un poco desorientado, frotándose la frente donde ya comenzaba a verse la marca colorada entre la mancha de pintura que le había quedado. Sus ojos azules como un cielo despejado estaban ligeramente empañados, supuse que por el dolor del golpe. La nueva novia se mantenía oculta tras su espalda y casi podía jurar que apenas estaba respirando, como si no fuera lo suficientemente visible ya—. Esto no es lo que parece.

Esa última frase llevó mi enfado a niveles estratosféricos.

—¡Andrea nada, eres un idiota, imbécil!

—Pero... pero...

—¿Se te trabó la lengua? Hasta hace un momento la tenías muy bien metida en su boca, ¡otra vez! —Señalé a la rubia con el dedo índice.

Corazones de PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora