18. La cena familiar

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Mis piernas parecían contener lava hirviendo después de haber estado corriendo los últimos quince minutos alrededor de la pista

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Mis piernas parecían contener lava hirviendo después de haber estado corriendo los últimos quince minutos alrededor de la pista. Cuando por fin terminé tuve que sostenerme sobre mis rodillas para recuperar el aire porque sentía que en cualquier momento iba a escupir los pulmones.

—Llegas tarde —se quejó Megan con el cronómetro en la mano. Tenía el pelo perfectamente recogido en una coleta alta que parecía apretar sus entrañas. Estaba vestida con un conjunto deportivo de color negro, lo cual hacía resaltar la cremosidad de su piel. Se veía asquerosamente hermosa. Éramos dos polos opuestos, cualquiera con ojos en la cara se daría cuenta, y Leo había sido uno de ellos. Ni siquiera parecía que había dado diez vueltas a la pista en tiempo récord, mientras que yo sudaba como camionero, formando chapas húmedas bajo mis axilas y el cuello de mi camiseta blanca de mangas—. Has dejado de venir a los entrenamientos, ignoras los mensajes del grupo y te reportas cuando te da la gana, para encima venir y estar fuera de forma. ¿Quieres decirnos algo o seguimos fingiendo que no pasa nada?

Las demás chicas del equipo dejaron de abanicarse con las manos, se miraban entre sí sin saber muy bien qué hacer o si intervenir, y no las culpaba, no era para nada fácil lidiar con la atención de una, imagínate con las tres bratz juntas.

—No tengo nada que decir, Megan —respondí a secas, su voz me ponía de mal humor—. Cualquiera puede tener un mal día.

Se cruzó de brazos, férrea ante mi excusa.

—Ya, ¿pero una semana entera?

—No la presiones, Meg —alcahueteó una de sus secuaces, Jessica, la mulata de acento latino, y Katia, la pelinegra de delicados rasgos asiáticos, la secundó con una risita de burla, al parecer iba a tener que empezar a llamarla así "risitas" porque siempre tenía los dientes afuera—. Seguro que todavía está pasando el duelo por del abandono de su ex.

Me enderecé, apretando los puños a cada lado de mi cuerpo, clavando las uñas en el interior de mis palmas, lista para terminar con sus burlas de una vez por todas. Estaba harta de sus insinuaciones, de sus burlas y de sus ataques contra mí. Además de lo bonita no sé qué otra cosa pudo encontrar Leo en ella, una persona tan superficial. Después de todo había hecho bien en perdonarlo y dejarlo ir, ya bastante tenía con la cruz que suponía estar enamorado de alguien como Megan.

Y no sé si fue por obra divina o solo para recordarme mi precaria situación, pero Alex hizo acto de presencia en la escena, acaparando las miradas y robándose los suspiros de las chicas. Venía con el casco bajo el brazo, vestido de pantalón y cazadora negra y esas botas militares que tanto me gustaban porque le daban el aspecto de chico malo e incorregible, caminando con la vista fija en un punto.

Disimuladamente miré a ambos lados a ver si tenía a alguien detrás pero no, toda la intensidad de su mirada parecía ser para mí.

Tragué saliva de la misma forma que te tragas un pedazo de pan duro.

Corazones de PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora