9. ¡No me mires las tetas, idiota!

284 33 17
                                    

Mi teléfono marcaba las diez y media de la noche cuando salí de la bañera con una toalla envolviendo mi cuerpo y otra mi cabello

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mi teléfono marcaba las diez y media de la noche cuando salí de la bañera con una toalla envolviendo mi cuerpo y otra mi cabello. Suspiré frente al espejo del baño que estaba empañado por el vapor que había desprendido el agua y se mantenía concentrado entre las cuatro paredes. Pasé la mano hacia la derecha, luego izquierda y volví a repetir los movimientos hasta que tuve la mitad limpia y pude ver mi rostro. Pasé ambos dedos índices por mis cejas para acomodarlas, evitando mirar fijamente mi propia mirada en el reflejo, no tenía ganas de encontrarme con aquel bosque que había heredado de mi madre.

Me sentía mal, como si una profunda tristeza estuviera a punto de asentarse en mi interior. O quizá ya estaba ahí.

¿Nunca has sentido que sea lo que sea, sin importar el lugar, el tiempo o las circunstancias, todo lo que haces está mal?

Es como si fueras un desliz de la vida, una falla en los cálculos.

Como si fueras un puto error.

Era jodido querer dar tanto y que lo valoraran tan poco, que a veces me daban ganas de tener la capacidad de ver y dejar pasar todo sin que nada me importara en lo más mínimo. Siempre me pasaba lo mismo con mi madre, daba igual qué tanto me esforzara en cumplir sus expectativas, jamás iba a ser suficiente para ella.

Se suponía que en unas pocas horas cumpliría dieciocho años y ellos deberían estar aquí para darme un abrazo que me demostrara cuánto me querían o al menos lo felices que se sentían de haber logrado traerme hasta donde estaba, pero en cambio, me encontraba sola después de haber trabajado en base a ganarme una buena regañina de su parte, o al menos la de mi madre, porque papá siempre estaba fuera, trabajado, y muy pocas veces tenía tiempo de fijarse en nimiedades.

Me miré el tatuaje y, por un segundo, contrario a lo que significaba, sentí que podía respirar.

Resoplé una sonrisa al espejo.

A veces eres tan tonta, Andrea.

Estaba esperando a que mis mejores amigos llegaran para poder alegrar mi noche y ni así, sabiendo todo lo que Chloe se estaba esforzando para organizar la fiesta que daría cierre a mi cumpleaños, lograba estar feliz.

Suspiré de nuevo.

Terminé de secar mi pelo y dejé la toalla encima del lavado de cerámica blanca, apliqué los productos que comúnmente usaba para poder suavisarlo antes de desenredarlo.

Apenas terminé de peinar las últimas hebras cuando sentí un ruido proveniente de mi habitación, como si alguien hubiera tropezado.

Me alarmé, porque estaba completamente sola debido a que la señora que trabajaba se había ido una vez yo había tomado la cena, Theo estaba en la cocina y no podría entrar. Así que, si buscaban algo, solo me encontrarían a mí.

Miré a mi alrededor en busca de algo que pudiera servirme de arma, pero lo más peligroso que encontré fue el destupidor del retrete y no iba a sostener eso, qué asco. No me quedó más remedio que levantar el cepillo a la altura de mi cara, preparándome mentalmente con cada paso que daba, para atacar al posible ladrón. Para colmo había dejado la puerta de mi habitación cerrada, eso reducía muchísimo mis oportunidades de escapar en caso de ser necesario.

Corazones de PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora