11. ¿Quieres ser mi novio?

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—¿Estás segura?

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—¿Estás segura?

Chloe me había hecho un maquillaje bien sencillo, algo ligerito para que no pareciera que estaba deshidratada, ni tampoco lista para un carnaval. Me lo podía haber hecho yo también, pero que según sus palabras a ella le hacía tremenda ilusión. Y no lo dudaba, así que le di el gusto. Me hizo una sombra con dos tonos combinaban con mi blusa rojo vino de cuello alto, un delineado perfecto, máscara de pestañas, un poco de base, y el rubor necesario para iluminar mis facciones. Como toque final puso un poco de color para mis labios, para que se vieran más rojizos pero que siguiera pareciendo natural.

—Confía en mí, te ves estupenda.

Claro, ella sí que se veía estupenda con cualquier cosa que se pusiera, en aquel caso, un vestido de mangas largas, del mismo color que mi blusa, ajustado en su cintura y suelto hasta encima de las rodillas.

Era tan bonita que dolía ver cómo no se daba cuenta.

Miré a Alex, quien todavía seguía sentado al borde de la ventana, prestándole más atención a Theo mientras mordisqueaba su ballena de goma, que a mí que era la cumpleañera.

Giré los ojos con fastidio.

Expulsé un poco de aire por la boca, poco convencida, inconforme con la vista que me regalaba el espejo del armario. La blusa dejaba mi abdomen completamente al descubierto a excepción de las dos tiras que se cruzaban sobre él, mostrando el piercing dorado con el diminuto diamante en forma de corazón, que traspasaba mi piel. Sentía que me faltaba algo.

—Tal vez si tuviera un poco más de atrás. —Me enderecé, o bueno, casi me partí por la mitad de la columna, empinado hacia atrás para simular un culo que no tenía. No solía utilizar pantalones demasiado ajustados por eso, se adherían a mis muslos y piernas, haciéndolas ver mucho más estilizadas sí, pero también resaltando las ausencias en los lugares donde no debería haberlas—. Parezco una tabla envuelta.

Chloe no pudo con mi comentario y explotó en una sonora carcajada. Fue entonces que Alex levantó la vista, buscando el origen de la risa de mi amiga. Se puso de pie y con ese caminar lento y seductor que solía utilizar cuando se hacía el interesante, llegó hasta mí. Agarró las copas del sostén por la parte de abajo con total confianza, y de un solo movimiento las llevo más al centro, haciendo que mis tetas sobresalieran por encima.

—Y así tendrías más tetas —dijo, refiriéndose a su genial idea, claramente burlándose de mí. Si había una oportunidad de jugar con mis sentimientos, sin duda alguna él la tomaría, lo disfrutaba bastante—. Si a la postura de vieja estirada con palo de escoba metido en el culo le sumas tus limones a medio exprimir, seguro que te verás mucho más atractiva, incluso me arriesgo a decir que serás la sensación de toda la fiesta.

Que chistoso el muchacho.

Le di un manotazo para que alejara sus manos de mí.

—Ja, ja, muy gracioso —dije sarcástica, con los ojos entrecerrados y la amargura tiñendo mi voz—. Ya quisieran muchos.

Corazones de PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora