24. El baño de profesores

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Después de varias horas de ensayo, en las que me la pasé sentada, no estaba segura si la opción de la obra de teatro me generaba la misma ilusión

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Después de varias horas de ensayo, en las que me la pasé sentada, no estaba segura si la opción de la obra de teatro me generaba la misma ilusión. Por la cara de fastidio de unos cuantos supe que me daban completamente la razón. Entre ellos, Alex, que se encontraba en una esquina, medio oculto por la cortina roja, pasándose el antebrazo por la frente para eliminar el sudor después de más escenas de las que sus nervios eran capaces de aguantar por mucho más antes de salirse de control.

Al final nunca supe por qué fue que aceptó hacer aquello cuando, de todos los que estaban allí, a quien menos le interesaba cumplir con el plan académico era a él, pero tampoco me esforcé por entenderlo, solo lo acepté, ya que últimamente eso, a pesar de que me comiera poco a poco las entrañas, era lo que mantenía las aguas tranquilas.

Desde aquella tarde de domingo en la que me dejó plantada no habíamos vuelto a hablar, no por falta de intentos de su parte, sino porque entre todas las cosas, lo sucedido no había hecho más que cavar el hueco donde se estaba sumiendo nuestra amistad. Me había cansado de recibir golpes y sonreír ocultando las tiritas que ponía sobre las heridas solo para que los demás pudieran seguir su rumbo como si nada.

Sacudí la cabeza, saliendo de mi ensimismamiento.

Llevábamos alrededor de dos horas de ensayo. La última vez todo había quedado bien, pero nuestra querida directora Clarisse tenía cierta obsesión con la perfección y afirmaba que no, que era necesario volver a repetirlo porque en la confianza se hallaba el peligro y de ninguna manera permitiría que "su obra" fuera motivo de burla una vez bajado el telón. Menuda estupidez, ella era la primera que siempre andaba de confianzuda porque, por más que mirara a ambos lados antes de hacerlo, yo no pasaba por alto las miraditas intencionadas con las que acribillaba a Alex. Vale, no era lo mismo, pero ahora estaba que me agarraba de un clavo caliente.

—Muy bien, chicos, se acabó el descanso —anunció Clarisse, dando palmadas al aire para llamar la atención de los que estaban sentados más lejos—, todos a sus posiciones, que vamos de nuevo.

No tardaron en escucharse las protestas.

Le dio la señal a Chloe, que estaba sobre el escenario terminando de arreglar los detalles más importantes de la ambientación, ya que mi querida amiga había logrado convencer a la profesora de que su imaginación podría ser de muy buena ayuda a la hora de montar la escenografía.

Después de una pequeña audición se determinó que Megan se iba a quedar con el papel protagónico. No pude enfadarme, incluso vino vestida como Julieta, y a pesar de que exageró un poco con el drama, lo hizo bien. A mí se me olvidó la segunda línea, producto de la presión. Así que a los otros dobles, después de un ensayo y varias preguntas para que la profesora nos pudiera evaluar, nos tocaba mirar desde los asientos del público.

—Los dobles deben prestar atención. No por ser menos importantes quiere decir que no se les necesite en algún momento dado.

—Qué fastidio —resoplé para mí misma.

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