15. La calma antes de la tormenta

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—Vamos Andrea, que se nos hace tarde

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—Vamos Andrea, que se nos hace tarde.

—A esos lugares no se llega tarde, Chloe —avisé desde el otro lado de la puerta.

Después de que Chloe propusiera dar el golpe maestro, faltaba la ubicación. Ninguna de las dos tenía la menor idea de a dónde debíamos ir ya que, al menos para mí, era la primera vez que veía a Alex tan renuente a mostrarnos algo, lo que quería decir que, además de que nos guardaba secretos, este no era uno cualquiera. Admito que en el fondo me dolió un poco su falta de confianza después de todo lo que habíamos pasado juntos. Pero él era complicado.

Su teléfono había estado en línea por última vez a las afueras de la cuidad, en un sitio poco conocido para nosotras, pero al parecer, el predilecto para este tipo de actividades; los suburbios. No sé cómo fue que nunca me pasó por la cabeza que él podía estar metido en eso.

—Claro que sí, así que muévete o nos perderemos la acción.

Me alisé la falda de vuelo que apenas y llegaba a taparme poco más que el trasero, llevaba pantis negras pero eso no hacía mucha diferencia. Ajusté mis tetas de forma que sobresalieran un poco más del borde del top negro para que se vieran provocativas. Decidí no llevar nada para abrigarme porque se me arruinaría el atuendo.

Imagínense ustedes, una tenía que saber utilizar sus atributos y decía mi tía Mary que para lucir había que sufrir a veces.

—¿Sabes, Andy?

—¿Qué? —pregunté sin prestarle especial atención mientras me pasaba los dedos por el pelo para hacer que las ondas quedaran más separadas.

—El sonido de la lluvia era mi favorito hasta que te escuché mear.

Logró que se me escapara una risa de forma repentina, casi escupí el espejo por su culpa.

—¿Y eso a qué viene?

Se encogió de hombros, despreocupada.

—No quería cortarte horita.

Ella era única, con su genio, su pesado sentido del humor y con su fría armadura, pero seguía siendo mi mejor amiga; nuestra Chloe, que solo se permitía suspirar por puros personajes literarios.

Presioné mis labios uno con el otro para comprobar que el labial ya se hubiera secado y finalmente abrí la puerta, miestras me ajustaba las guantilla en forma de red que me había puesto en la mano derecha, dándome de lleno con una Chloe de brazos cruzados. Aunque no fue eso lo que llamó mi atención, sino su atuendo. Vestía un enterizo negro que se ajustaba a sus curvas de reloj de arena, lleva el cabello lacio suelto sobre la espalda y rozándole el inicio de las caderas, dando la impresión de que estaba más oscuro de lo normal, sus labios estaban pintados de un rojo sange opaco, haciéndolos ver mucho más carnosos y provocativos de lo que ya eran.

Corazones de PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora