12. Reto o prenda

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Alex

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Alex

Eso de estar ayudando a Chloe a recibir invitados no era lo mío, odiaba fingir buena cara cuando todo lo que quería era patearle el culo al mundo y largarme a una esquina donde no llamara demasiado la atención, pero que pudiera tener todo el panorama cubierto con solo un vistazo era algo favorable. Aun así, cuando mi invitada llegó, vi la excusa perfecta para escabullirme.

La pelirroja contoneaba sus caderas para caminar sin siquiera darse cuenta, lo de ser el foco de atención era algo normal en su persona. Se quedó parada en medio del salón intentando ubicarme, ajena al hecho de que yo ya la tenía en la mira. Paseó la vista por los invitados, con claras intenciones, una presa, no había que conocerla muy bien para saberlo. Ella era como un libro abierto y eso, lejos de ser negativo, causaba doble de efecto.

Con mi usual paso lento y calculador, caminé hasta ella y la tomé del codo a modo de saludo, esperando alguna reacción de su parte.

—Campeón —dijo sin verme, todavía estaba con su vista como un radar—, ya te había visto así que todo ese paripé de chico seductor no te funciona conmigo. —Antes de que pudiera preguntarle cómo era que me había visto sin dar ni una sola señal de ello, continuó—. El problema no eres tú, tranquilo, es que yo soy indescifrable cuando quiero.
Tonto de mí, pensando lo contrario.

Solté aire por la nariz, como quien suelta una risa sin ganas al darse cuenta de algo que todo el tiempo estuvo en frente.

Al fin se detuvo, aunque no fue exactamente en alguien, sino en algo. Se volteó para darme un beso en la mejilla, como hacía siempre para saludar. Ese gesto tan sencillo siempre me pareció arriesgado, era como si la persona que lo llevara a cabo estuviera tan ligera de complejos como una pluma, libre y sin miedos hechos ataduras que la sujetaran ante la posibilidad de ser dañada, y fuera repartiendo un poco de vida y calidez, danzando entre la gente sin preocuparse por que un golpe desviara su camino.

—Esta noche planeo emborracharme, así que espérame aquí, que ahora vuelvo.

Palmeó mi pecho y se perdió entre el gentío, mas no tardó en volver y arrastrarme al grupo.

Llevaba un rato esperando a que Andrea diera la cara en su propia fiesta, pero al parecer tenía cuestiones más importantes que atender. No sabía en qué se estaba tardando tanto y eso me tenía inquieto. El único que pudiera haber estado justificado para desaparecer sería yo, después de oír la semejante proposición que me había hecho hecho su habitación. 

¿Quieres ser mi novio? Había preguntado con total inocencia, sin darse cuenta que sus palabras podían tener repercusión real en mí.

Eso jamás se iría de mi cabeza, le daría mil vueltas al compás de los latidos acelerados de mi corazón y no me cansaría de escuchar de sus labios aquel deseo hecho realidad, aunque a medias. Podría reproducir la misma escena un millón de veces y aún así me iba a seguir sacando una de esas sonrisas estúpidas que tanto me esforzaba por mantener a raya.

Corazones de PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora