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Debí suponerlo.

Extraños que se extrañan y juegan a olvidarse

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Extraños que se extrañan y juegan a olvidarse.
-Anónimo.

Ser el remplazo o ser reemplazado. Ambas opciones eran frías, agrias e insípidas; y dependiendo el punto de vista que se tenga de ellas, el sólo hecho de representarlas es un martirio constante.

Jungkook sabía de ello, o al menos creía saberlo. Mientras sacaba los dibujos que yacían pegados en la pared de su habitación y se quedaba contemplando los trazos que hizo con el lápiz en las hojas, no dejaba de darle vueltas al asunto.

No estaba seguro acerca de cómo debía sentirse. Sin embargo era fácil entender que no era agradable tener ese tipo de sentimiento incómodo dentro de su pecho. Era hasta molesto.

De repente la vibración dentro del bolsillo derecho de su pantalón interrumpió sus pensamientos; tomó el celular con su mano dejando sobre la cama las diez hojas que sostenía. Primero se detuvo para observar el número que mostraba la pantalla, y consideró rechazar la llamada cuando reconoció esa característica, sólo que sus acciones fueron en contra de lo que pensó.

- ¿Hola?. -se escuchó del otro lado de la línea, algo que provocó una sonrisa instantánea en él. 

Por nada del mundo esperó oír esa tenue y delicada voz. Sin dudas fue algo que no sabía que estaba necesitando para espantar todo lo que tenía en mente.

- Princesa.. -casi susurró mientras se permitía sentir calma y calidez.

- Jungkook. -la emoción en ese tono de voz removió un cariño inmenso dentro de su cuerpo.

No pudo hacer mas que sentarse en el borde de la cama, apoyar los codos en sus piernas y desacomodarse el cabello sin dejar de sonreír como desquiciado con el celular pegado a la oreja.

- ¿Cómo has estado, Megan?. -logró preguntar luego de permanecer tantos segundos sin mencionar una palabra; estaba asimilando que en verdad era ella.

Su padre, desde su compromiso con Taehyung, no le permitió tener contacto con la pequeña en ningún momento. Lo poco que sabía, se debía al mayordomo que trabajaba en aquella fría mansión a la que alguna vez supo llamar hogar. Ese señor alto, canoso y de ojos negros con porte y elegancia que cuidó de él en su niñez y que ahora cuidaba de su hermana, fue el único que le comunicaba sobre el bienestar de ella.

Aunque eso se había acabado desde que abandonó Corea.

- Yo estoy muy bien. -comentó la pequeña- Hace poco fue mi presentación de violín. Mamá y papá asistieron. -no la veía, pero podía jurar que la imaginaba sonriendo a la par de su relato- Habían muchas personas.. muchas, y todos aplaudían. En el público sólo faltabas tú.

¡No te soporto! -KookV-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora