Final

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Temporalidad: (8 años después)

Era verano, los niños aparecían por todos los lados de la pista llevados de la mano con sus padres y entre ellos muchos juguetes de piscina, los puestos de helado en su apogeo en ventas, las pistas en tráficos, la llegada de extranjero para vacaciones era más que obvia y las bromas de adultos en restaurantes familiares era lo más complejo de entender, minutos para el medio día, y el calor inundando la ciudad, la temperatura coincida con la luminosidad del sol.

Lee tenía un maletín pequeño que colgaba de cruzado en su hombro izquierdo, su primer verano tranquilo, estaba más que bien dado que, hace unos pocos meses el Padre de Han falleció en uno de sus viajes internacionales.

Odiaba a ese tipo, con todo su ser, le agradeció al cielo que se lo llevara y su padre, bueno, él no sabría como llamarlo de manera que no se note resentida, pero los médicos hacían lo posible para mejorar su salud -se lo contaron ayer en su última visita mañanera- , por otra parte, su madre por fin empezaba a conocer más personas, ella irradiaba con una sonrisa ahora que podría librarse de él -incluso sabiendo que si su esposo muere ella también lo haría en breve- Minho nunca habría visto a su madre tan feliz o mejor dicho"libre".

Existen lazos de amor tan profundos de por vida y otros como cadenas de libertad, su madre estaba poco a poco saliendo de esa prisión que creyó era un vinculo.

Helado de menta chorreaba a la calle, un poco cayó manchando su polera, enderezó su mano y limpió con un pañuelo del maletín.

— Papito quiero más helado.

Suplicó el niñito rubio jalando la tela de su polera hacia abajo, en sus manos una figura de peter pan y un gorrito de Pikachu. Minho lo miró con ternura.

—No mi amor, papá Han nos reta si se entera que luego te da gripa porque te dí helado — dijo tocando la pequeña naricita del menor con gracia, quien sacudió su cabeza e hizo un puchero muy infantil, pero terminó accediendo.

Minho odiaba engreír tanto a su niño, Han se encargaba bastante en ese aspecto, alguien debería poner un ligero límite.

— Esta bien papito …. pero apúrate, ¡ya quiero comer los rollos de canela!

Este niñito corrió escaleras cuesta abajo moviendo su juguete entre el aire demostrando la felicidad más pura.

— No corras por las escaleras Yeonjun, ¡Te vas a caer, Luna santísima! — al omega casi le escapa el alma al pensar en que que este se haría una herida

Terminó persiguiendo al infante, pero este tropezó chocando con un tipo que iba en subida de la misma escalera para la colina, el pequeño Yeonjun soltó un “¡Auch!”

— ¡Lo siento mucho!, es que ... se emocionó por los rollos de canela.

Dijo lo último lo más rápido posible en medio de una reverencia, regularizó su respiración y levantó su cabeza de ver el piso a ver el semblante del hombre.

¿Debió suponerlo?

No creyó volverlo a ver, al menos no frente a frente.

—  …

— ¿Papito? — preguntó Yeonjun con total inocencia — señor discúlpeme, no fue mi intención golpear su piernita.

El pelinegro bajó la mirada del omega para endulzar su vista con un tierno niño de mejillas rojas y ojos tan lindos como los de su progenitor.

"CORTEJANDO A UN ALFA" → Hyunho Donde viven las historias. Descúbrelo ahora