• 𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟓 •

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Por la tarde, tan pronto como su abuela abandonó la Zarzuela, Leonor fue llevada por el chófer de la familia, en el Lexus con cristales tintados que utilizaban para desplazarse, al prestigioso club de campo Villa, donde su amiga Alicia realizaba sus entrenamientos de hípica. Desde niña había hecho equitación, y había ganado varios torneos junto a su yegua, un hermoso ejemplar de Pura Sangre Inglés que se llamaba Nébula.

Hacía una tarde espléndida: con sol brillante en un cielo azul, sin una nube, y un calor un poco más soportable que el del día anterior. El verano madrileño era una auténtica tortura.

Su amiga Alicia era fruto del matrimonio entre uno de los mayores magnates petroleros de España y una empresaria con estrechos vínculos con la nobleza española, su familia amasaba una considerable fortuna. Ella y Leonor se habían conocido en el prestigioso internado inglés en el que habían cursado el bachillerato. Eran buenas amigas, aunque los compromisos de ambas dificultaban el poder verse. A Leonor le había parecido aquel día tan bueno como cualquier otro para ir a verla entrenar, así, además, tenía una excusa para ausentarse de La Zarzuela un par de horas.

Sentada en las gradas del recinto con sus gafas de sol, Leonor contemplaba cómo su amiga guiaba a la yegua para sortear los obstáculos de la arena y saltar las vallas de distintas alturas. Al ser tan sólo un entrenamiento, vestía un sencillo polo y pantalones de monta, en lugar del pesado traje de competiciones. El pelaje negro del caballo brillaba bajo el potente sol vespertino.

Cada vez que realizaban los saltos con éxito, Leonor aplaudía y vitoreaba. Al ser verano, apenas había gente en el club. La mayoría, ricachones con la vida resuelta, estarían de vacaciones en sus yates privados o en alguna isla paradisíaca.

En cuanto acabó el entrenamiento, Alicia desmontó la yegua y se acercó a las gradas.

-¿Qué tal? No ha estado nada mal, ¿no?- llevaba el casco bajo el brazo, y en su melena cobriza brillaban los destellos del atardecer.- ¿Me acompañas dentro? Tengo que cepillar a Nébula.

Siguió a su amiga, que guiaba a la yegua sosteniéndola de las bridas hasta los establos. Por muy fino que fuese aquel club de campo, Leonor suponía que los establos eran iguales en todas partes: con el suelo salpicado de briznas de paja y un ligero olor a estiércol. De las puertas de las cuadras se asomaban las cabezas de otros caballos, blancos, negros, marrones, con manchas y con motas, que bufaban en cuanto las chicas pasaban por su lado. Leonor se aseguró de que sus impolutos zapatillas blancas no se manchasen ni pisasen nada sospechoso al cruzar los pasillos. Llegaron a la cuadra de Nébula, con su nombre inscrito en la puerta, y Alicia metió al caballo pese a las protestas de éste.

-Bueno, y cuéntame, ¿cómo es que has venido?- inquirió la joven, cepillo en mano, comenzando a cepillar el lomo de la yegua. Leonor, brazos cruzados, la observaba a una distancia prudencial del animal para no llevarse ninguna coz.

𝐌𝐢 𝐫𝐞𝐢𝐧𝐚 | 𝐆𝐚𝐯𝐢 𝐲 𝐋𝐞𝐨𝐧𝐨𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora