• 𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐𝟖 •

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La luz brillante de los focos. La bruma asfixiante de la laca de pelo. El suave tacto de las brochas de maquillaje sobre su piel. Una presión que ajusta el vestido a su espalda. Leonor podría tener perfectamente seis pares de manos sobre ella al mismo tiempo. La escena que el espejo reflejaba era hasta cómica: Leonor; atosigada por las estilistas que iban, que venían, que traían, que dejaban; que tocaban, que movían, que pintaban, que ajustaban. Todas buscaban que la princesa estuviese perfecta para la cena de despedida. Al día siguiente, por aquella misma hora ya estaría en Marín, con el poco favorecedor uniforme de la Academia Naval (ya se lo había probado; horroroso), que distaba mucho del vaporoso vestido que las estilistas habían elegido para la ocasión.

Leonor se contempló; una parte superior de encaje, con un cuello ligeramente subido, unas mangas que llegaban a la mitad del brazo, una falda larga y suelta de material satinado. Era francamente bonito y le gustaba cómo se ajustaba a su cuerpo, dejando la zona de las piernas más oculta bajo el ancho de la falda. El color de la pieza era un elegante verde esmeralda, porque el verde, habían dicho las chicas mientras le apretaban los cierres del vestido, es el color de los nuevos comienzos.

Nuevos comienzos. Y tanto; pensaba Leonor. Su verano había estado lleno de ellos, y su otoño parecía no ser una excepción. Los nervios por su agenda del día siguiente apenas le habían permitido probar bocado en todo el día; la princesa desconocía cómo iba a ser capaz de afrontar se a los diversos platos de su cena de despedida.

-¡Oh!¡Cariño!- exclamó Letizia, ojos vidriosos de la emoción, entrando a la sala donde estaban arreglando a su hija.- Estás sencillamente espectacular.

Leonor encontró las fuerzas de dedicarle una pequeña sonrisa a su madre, quien seguía contemplándola con una ligera pizca de nostalgia en sus ojos.

-Jesús, ¿en qué momento te has convertido en adulta?

-No me siento como una.- replicó su hija.

-Bueno, ni yo te veo como tal; para mí siempre serás mi niña.- La cogió de la mano.- ¿Cómo estás?

Ella se encogió de hombros.

-No sé cómo me siento.

-¿Nerviosa, quizá?

-Creo que triste, más bien. Siento como si, no sé, como si hubiera algo aquí que no pudiera dejar atrás.

-Ay, cariño...en algún momento podrás cerrar ese círculo. Quizá un cambio de aires sea bueno para ti, tener algo en lo que centrarse, algo con lo que distraerse, ¿no?

-¿Y si realmente debo estar aquí?¿Y si estoy dejando ir algo que no podré recuperar?

Su madre tomó aire con una mirada de circunstancias en los ojos.

𝐌𝐢 𝐫𝐞𝐢𝐧𝐚 | 𝐆𝐚𝐯𝐢 𝐲 𝐋𝐞𝐨𝐧𝐨𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora