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¿Tenía sentido lamentar algo que había sido tan breve?
¿Tenía sentido lamentar algo que ni siquiera había sido?
Pablo había descubierto que su mente, a falta de contacto con Leonor, había decidido aferrarse a los recuerdos de ella, reproducirlos numerosas veces al día de forma compulsiva, casi como si lo hiciera para no olvidarla, para mantenerla allí, viva.
Tras varios días, Pablo había logrado dejar de llorar cada vez que pensaba en ella, pero sus sentimientos habían ido mutando, se habían vuelto más densos y complejos, y Pablo se sentía capaz de poder descifrar lo que al principio tan sólo era una enorme masa de dolor.
Lo peor de todo eran los remordimientos. Pablo sentía su enorme peso encima constantemente, porque dejar a alguien por una discusión, por una infidelidad...en definitiva, por algo nocivo que crease repudio, odio, asco, hacia la otra persona hacía más sencillo alejarse. Pero alejarse de alguien cuando todo iba bien, cuando las cosas no podrían ir mejor, cuando todo es nuevo, cada conversación es interesantísima y maravillosa y cada beso es un torbellino de adrenalina, era una cosa muy distinta. Leonor y Pablo llevaban tan poco tiempo siendo algo que no había dado tiempo a que se crease la oscuridad. Parte de sus remordimientos provenían de esa misma idea; Pablo se lamentaba de no haber conocido a Leonor lo suficiente para acostumbrarse a ella. No había nada de desgaste. Todo era tan nuevo, tan bonito. Todo prometía tanto...las posibilidades, todo aquello que podrían haber llegado a ser...todo dolía.
Quizá por eso no podía dejar ir los recuerdos, porque su mente quizá quería creer falsamente que todavía existía la posibilidad de seguir creando ese algo que los unía, aunque su parte más lógica y menos emocional, que durante aquellos días no había hecho demasiado acto de presencia, supiera que aquello era imposible.
Había un recuerdo en particular, un instante de entre los pocos que habían vivido juntos, al que Pablo se agarraba con una especial tenacidad. Cuando lo reproducía en su mente, al contrario de lo que sucedía con el resto, Pablo no sentía dolor; sino la misma alegría, la misma calidez que cuando lo vivió, como si ese recuerdo hubiese logrado aislarse del presente, como su hubiese evitado ser contaminado por su oscuridad.
Era un recuerdo de París, durante aquellos breves días que ambos pudieron estar juntos en la capital. Durante la segunda noche de su estadía, ambos habían logrado encontrar un hueco para poder verse. A ninguno de los dos les importó que fuesen altas horas de la madrugada; las ganas de verse lograban vencer al sueño.
En el balcón de la suite del hotel de Pablo (al que Leonor había acudido oculta bajo una capucha y unas gafas de sol), ambos contemplaban la noche, las luces de la ciudad que opacaban el brillo de las estrellas. Mientras, hablaban. Retazos de conversación intercalados por silencios cómodos, ambos demasiado ensimismados por la belleza de la ciudad para hablar. Pablo aprovechaba esos pequeños momentos para observar a Leonor. Qué bonito era todo antes, ese antes al que Pablo se aferraba a la espera de no olvidarlo.
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𝐌𝐢 𝐫𝐞𝐢𝐧𝐚 | 𝐆𝐚𝐯𝐢 𝐲 𝐋𝐞𝐨𝐧𝐨𝐫
أدب الهواة" 𝐍𝐨 𝐨𝐧𝐞'𝐬 𝐞𝐯𝐞𝐫 𝐡𝐚𝐝 𝐦𝐞, 𝐧𝐨𝐭 𝐥𝐢𝐤𝐞 𝐲𝐨𝐮 " Gavi y Leonor se conocen en un evento institucional. Él, como ganador de la Eurocopa. Ella, como futura soberana. Como en cualquier historia, un chico y una chica se enamoran. Sin emba...