• 𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟓 •

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Para cuando emprendieron el camino de vuelta, la lluvia había comenzado a remitir. Igualmente, el pelo de Pablo ya estaba completamente humedecido y pegado a su frente, y alguna gota resbalaba por sus mejillas. Notaba que su nariz se había puesto roja y que había empezado a moquear. Claro, pasar de los asfixiantes treinta y dos grados Madrileños a tener que llevar sudadera en París desequilibraba el sistema inmunitario de cualquiera. Pablo ya se imaginaba al día siguiente, moqueando y con la nariz irritada. Estar con catarro no era la condición idílica para pasar cinco días en París.

Se aproximaron a las inmediaciones del hotel Ritz, y Pablo, instintivamente, tiró de la capucha de su sudadera para cubrir su rostro todo lo posible. Afortunadamente, no parecían haber fotógrafos ni periodistas cerca, todos estarían demasiado centrados en cubrir la ceremonia de apertura de los Juegos, que todavía estaba en curso.

Antes de que pudieran seguir avanzando más, Leonor se detuvo y le asió del hombro.

-Voy a entrar yo primero. Tú espera aquí unos diez minutos y luego entras, ¿vale? Así no nos ven juntos, por si acaso. La habitación es la 312, en la última planta. Toca tres veces para que sepa que eres tú.

Joder. Aquello parecía una operación de narcotráfico más que un encuentro casual.

-Eh...vale, sí.

-Venga, te espero arriba.

Le dio un pequeño apretón en el brazo antes de adentrarse en el interior del hotel. Pablo, sin saber muy bien qué hacer durante aquellos diez minutos, tomó asiento en uno de los bancos del camino de gravilla, lamentándose de inmediato al sentir la humedad de éste bajo sus piernas. Sin bajarse la capucha en ningún momento, ojeó su teléfono, sin perder de vista la hora.

Se dedicó a ver stories de Instagram: muchos amigos suyos habían subido cosas de las Olimpiadas. Fermín había subido un vídeo con su flamante equipación de España, ondeando con felicidad un banderín de su país. Pablo recordaba la euforia que había sentido él en la Eurocopa, la plenitud que daba sentir que estaban representando a un país lleno de aficionados que los respaldaban. Estar en las Olimpiadas debía ser algo similar, si no más intenso todavía. No podía imaginarse como tendría la cabeza su amigo, que había estado en ambos eventos con muy poco tiempo de descanso entre ellos. Tenía ganas de ver cómo se desenvolvía el equipo de fúbtol en las Olimpiadas; desde luego que parecía que ese verano la Selección Española estaba siendo imbatible.

Pasados diez minutos, Pablo, rostro cubierto, entró con vacilación en el hotel. Incluso para él, que en ocasiones se había alojado en hoteles bastante buenos, el Ritz le resultaba hasta obsceno de lo opulento que era; todo era brillante, pulcro, y probablemente carísimo. Hasta los limpiadores que pasaban la mopa por el vestíbulo parecían valer millones.

Un botones que se encontraba junto a la entrada le dijo una amable frase en Francés, que Pablo sólo podía suponer que sería algún tipo de saludo. Demasiado temeroso como para preguntar, se dirigió a uno de los ascensores, pulsó el botón de la sexta planta, esperando no haberse equivocado, y subió.

𝐌𝐢 𝐫𝐞𝐢𝐧𝐚 | 𝐆𝐚𝐯𝐢 𝐲 𝐋𝐞𝐨𝐧𝐨𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora