• 𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐𝟕 •

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-Ya me estoy arrepintiendo.- protestó Pablo, cubriéndose la cara con la mano.

-De eso nada.- contestó Pedro, al volante del coche que se encontraba aparcado en el parking del aeropuerto de El Prat, en Barcelona. Se volvió para dar una cariñosa palmadita en la pierna de su amigo.- ¡Vamos!¿Dónde ha quedado el Pablo que me llamó hace dos días diciendo que iba a recuperar a Leonor y que iba a luchar por su felicidad?

-No me recuerdes esas cosas, hombre, que me da vergüenza haberme puesto tan ñoño.

-De vergüenza nada, es bonito.- Pedro observaba a través del cristal del parabrisas a las personas que entraban y salían de las puertas del aeropuerto cargando con su equipaje. Algunos iban perfectamente arreglados; hombres de negocios trajeados de la mano de sus despampanantes novias con sus gafas de sol de diseñador. Otros iban algo más dejados, en ropa cómoda y cara de sueño, probablemente gente que viajase en clase turista y acabar de bajarse de un vuelo de diez horas.- Pero, esta chica, ¿dónde está?

-¿A qué hora aterrizaba su avión?

-A en punto, se supone.

-Voy a mirar si ya ha aterrizado. ¿De qué compañía era?

-¿Compañía?- Pedro arqueó una ceja con diversión.- ¿Te crees que esa tía se va a venir en un Ryanair? Vuela en jet privado, hermano.

-Un poco exagerado para un vuelo desde Madrid, ¿no?

-Cosas de millonarios.

Pedro volvió la vista para ver a Nilo, hecho una bolita de pelaje oscuro en el asiento trasero del Porsche, sobre el mullido cojín que formaban las dos sudaderas que Pedro había colocado, temeroso de que el asiento del coche estuviese demasiado caliente para el gusto del perrito. Desde que lo había adoptado, mil ocurrencias como aquella mantenían inquieto al canario: quizá el agua del grifo con la que rellenaba su bebedero tenía demasiada cal, quizá el pienso que compraba no le gustaba, quizá la temperatura con la que lo bañaba no era de su agrado, quizá el suelo de su piso estaba demasiado duro o su cama demasiado blanda.

-¿Cómo está mi niño?¿Estás cómodo?- dijo, poniendo voz bobalicona, acariciando al perrito que, adormilado como estaba, apenas reaccionó al tacto de su dueño.

-A ver si le va a dar un golpe de calor o algo.

-Ya, pero es que me daba cosa dejarlo solo, por si le pasaba algo. Todavía es tan pequeñito...Me pongo malo cuando me voy a entrenar y lo dejo solo en casa.

Agosto estaba rozando su fin: ya se habían disputado las dos primeras jornadas de La Liga, y el F.C Barçelona había resultado vencedor en ambos partidos. Los chicos del club no podían estar más contentos y motivados: parecía que por fin habían encontrado el equilibrio como equipo. También ayudaba el nuevo entrenador: si bien Xavi había sido un entrenador excepcional y les había cuidado como un padre; Hansi era un hombre ambicioso, que sabía empujar a los chicos cuando era necesario y exprimir al máximo todo su potencial, y pese a su intimidante aspecto, había resultado ser un hombre cercano y cariñoso, que los estaba tratando muy bien. Le había dado a Gavi la noticia de que en una semana o dos podría volver a entrenar con el equipo, y el sevillano estaba en una nube: casi podía atisbar la gloriosa vuelta a jugar partidos, la luz al final del túnel; del largo y tedioso túnel que había sido aquel año en parón por su lesión.

𝐌𝐢 𝐫𝐞𝐢𝐧𝐚 | 𝐆𝐚𝐯𝐢 𝐲 𝐋𝐞𝐨𝐧𝐨𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora