𝐌𝐢 𝐫𝐞𝐢𝐧𝐚 | 𝐆𝐚𝐯𝐢 𝐲 𝐋𝐞𝐨𝐧𝐨𝐫

• 𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟖 •

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La Familia Real iba a pasar unos días en Mallorca, en la villa familiar donde solían veranear. Les había acompañado la abuela, y quizá por ello Leonor, desde el día en que había llegado, contaba los días que faltaban para regresar a Madrid. Por primera vez en su vida deseaba volver al calor asfixiante y al aburrido palacio.

Pese a ello, la semana transcurrió con bastante normalidad. Paseaban por las calles de Palma bajo los flashes de las cámaras de los periodistas (ya estaban acostumbrados a ello, así que no les molestaba), tomaban el sol plácidamente en la piscina de la villa. Leonor dedicaba todas sus horas muertas a leer. Ese último mes había estado devorando libros románticos con una velocidad pasmosa, su cuerpo le pedía amor más que nunca. También pensaba mucho en Pablo. Desde París no se habían visto. En alguna ocasión, de madrugada, mientras todos dormian para asegurarse de que nadie de su familia la escuchase, hablaban por teléfono. Todo era muy informal; ella le hablaba de la isla, y de cómo pasaba el tiempo. Él le hablaba de su vuelta a los entrenamientos, de lo castrador que era el nuevo entrenador. Por teléfono, Leonor no notaba el afecto que Pablo le había demostrado estando juntos. La atmósfera era extraña. Ella se preguntaba si había hecho algo que hiciera que Pablo estuviese más distante, o si tan sólo era algo de él. No lo sabía, y le daba demasiado reparo comentárselo. Decidió ignorarlo por el momento, para no pasar su estadía en Palma amargada.

Un día, mientras todos comían en el jardín de la villa, disfrutando del sol, del calor, y de la brisa marina que soplaba desde la playa, surgió la conversación.

-Bueno, Leonor, ¿has pensado en lo que te comenté?- preguntó su abuela, sosteniendo con gesto impecable sus cubiertos.

-¿El qué?- contestó ella con fingida ignorancia. Sabía perfectamente a lo que se refería.

-Lo de conocer a pretendientes, naturalmente. Cuando vuelvas de la Academia Naval, el mes de septiembre, había pensado que podíamos ir a Grecia, como te dije la última vez. Seguro que por esas fechas ya no aprieta tanto el calor...

Leonor bebió agua e inspiró profundamente, mentalizándose para decir lo que llevaba días preparando para sus adentros.

-De hecho, abuela, eso no será necesario.

Todos los comensales presentes alzaron la vista de sus platos y la miraron, con sorpresa. Su madre miró fugazmente a su padre, como preguntándole con el pensamiento si tenía alguna idea de lo que estaba diciendo su hija. Su padre tenía una mirada bobalicona que indicaba que no tenía ni idea.

-¿A qué te refieres?

Volvió a tomar aire. Tratando de sonar todo lo firme posible, lo dijo, y sus palabras sonaron como el estallido de una bomba contra la quietud de la brisa estival:

-He conocido a alguien.

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El día 5 de Agosto Pablo cumplía veinte años. En Ciutat Sportiva, nada más terminar el entrenamiento matutino, sus compañeros lo sorprendieron con un pequeño pastel, en el que estaban clavadas dos velas que formaban el número veinte. Sus compañeros le cantaron el Cumpleaños Feliz con una estrepitosa desafinación, y él sopló las velas bajo sus vítores.