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Charles

¿Y ahora qué cojones debo hacer? Cada vez mis ganas de besarla se hacen más grandes. No puedo compartir un espacio con ella sin que se me pasen por la cabeza miles de escenarios antes. Aquel día pasó siendo tenso, tanto que al final no fuimos a ver a mi madre y nos quedamos en el sofá cada uno en un esquina, y en la cama cada uno en un lado, aunque sabía de sobra de que en cuanto se quedara dormida se pegaría a mí. Lo hacía siempre, de manera inconsciente. Al no encontrar nada para abrazar, buscaba algo. Ya fuera una almohada, un peluche o yo mismo. Y cuando abrazaba la almohada, me pegaba todo el culo a mí, me ponía tenso. Cabe destacar que mi cuerpo conoce sus necesidades, y que llevo sin contacto femenino durante meses. Y me afectaban más las cosas. Era tan fácil como ponerme de espaldas a ella, pero la tensión y la erección ya las tenía. Odiaba lo sensible que era a todo.

–Emma… –susurré. Ella no respondía–, Emma –intenté con mi tono de voz normal.

–Hmmm… –se movió, posicionándose en mi pecho. Mierda.

–Emma, no me jodas… –susurré de nuevo.

–¿Quééé…?

–Estoy en un milímetro cúbico de cama mientras tú disfrutas de una suite presidencial, mi amor.

Se separó de mí y me hizo más sitio. Ojalá pudiera decir que se mantuvo así lo que le quedaba de noche, pero era esto, o hablar en sueños. Compadecí a Carlos por tener que aguantar esto todas las noches, no me quiero imaginar lo que es. Me hacía gracia en parte oír su conversación con ella misma dormida. Decía frases y palabras sin sentido, tenía que grabarla para que se viera. Su reacción no tendría precio. Tras grabarla dejé el móvil y volví a cerrar los ojos para seguir durmiendo.

Cuando me desperté, ella ya lo estaba. Me sorprendía que no estuviera fuera de la cama, sabiendo que nada más se despierta se muere de hambre y va en busca de llenarse el estómago. Aunque antes fuera de otra manera, que hasta que no apareciera yo en la habitación no había quien la moviera de ahí.

–¿Qué haces aquí aún?

–Esperarte.

–¿En serio? –me extrañé–, bueno, vale. ¿Te me quitas de encima o…?

–Un ratillo más –hundió su cara en mi cuello.

Notarla así me puso de los nervios. Más si le añadimos que me estaba acariciando el pelo tal y como lo hacía cuando estábamos juntos.

–Tienes el pelo igual de suave que siempre –dijo en mi oído.

Asentí y sonreí. Se irguió un poco para mirarme y corresponderme a esa sonrisa, estábamos tan cerca que incluso podía saborearla. Moría por besarla. Moría por volver a probar sus labios. Probarla a ella. Mis manos subieron a sus mejillas para acariciarlas, seguía siendo igual de tierna que siempre. Quería estirarla hacia mí y besarla, no podía dejar de mirar esos labios una y otra vez.

Al final ella terminó por acortar la distancia entre nosotros. Se me aceleró el pulso tan rápido que ni siquiera tuve tiempo de reaccionar, y cuando abrí los ojos después, nada de eso había pasado. Lo había estado soñando. Pero ella sí estaba en mi cuello, pero el beso no había existido. Joder.

Estiré el brazo para ver la hora. Casi las once de la mañana. Recordé que la razón principal por la que estábamos aquí era ir a ver a mi madre, teníamos que ir hoy. No aparecimos ayer.

–Emma, despierta.

Protestó un poco por lo bajo hasta que abrió los ojos y me miró con el ceño fruncido.

–Vamos, te invito a desayunar y luego vamos con mi madre. Ayer no fuimos.

–Es cierto.

Aunque nos lo tomamos con calma, a las once y media ya estábamos rumbo a su casa. Yo me sentía muy raro, porque no dejaba de repetir ese beso una y otra vez en mi cabeza. Lo recordaba como si de verdad lo hubiera sentido. Me iba a volver loco e haría una locura. Y si la hacía, seguramente perdería más de lo que ganaría. Pero prefería perder, ya había perdido tanto que perder más no me haría más daño.

𝐬𝐢𝐧 𝐝𝐚𝐫𝐧𝐨𝐬 𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚 [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora