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Emma

Un día más despertando al lado de aquel tan increíble hombre en ese brutal yate. Me quedé admirándolo con detención. Era un hombre capaz de volverte loca con una palabra, de erizarte la piel en dos y hacer que te corras en tres. Me encantaba mirarlo sin que él se diera cuenta, era tan bonito.

–Espero que me hayas tatuado muy bien en tu mente –sonríe sin dirigirme la mirada para no interrumpir mis maravillosas vistas.

–Bastante bien.

–¿Salgo guapo? –mantiene sus sonrisas.

–Precioso.

–Me quiero tatuar contigo.

–Sí quiero.

–Pensé en muchas cosas. Un "Je t'aime", una corona de princesa, por tu mote, tu ojo...

–Muy original.

–En el brazo. O en el pecho. Me tatuaría todo tu ser en el cuerpo. Pero... Tus ojos marrones, con las pestañas largas y hermosas que los enmarcan, tu mirada... –me miro a los ojos.

–Joder, eres increíble.

–Y tú eres un fenómeno. Única en tu especie. Ninguna mujer ha alterado mi química como lo has hecho tú.

Lo miraba con una sonrisa de oreja sin saber que hacer ante tanto piropo. Porque lo único que podía pensar era que en nada iba a ir a Noruega.

–Me apetece algo, ¿tú tienes hambre? –se levantó de donde estaba sentado.

–Sí, vamos a ver que hay en la cocina.

Bajamos hacia allí y me senté, esperando a que él me ofreciera algo. Había tomado esa costumbre, le gustaba mucho cocinar y preparar cosas, aunque fuera un simple sándwich, si él lo había hecho, me sabía mucho más a gloria.

–Gracias, Chef.

–De nada, mi lady –sonríe y me guiña un ojo.

Entre un silencio y miradas bonitas comimos tranquilamente. Después de comer volvimos a subir a la cubierta, donde había las tumbonas y colchones en los que habíamos hecho el amor.

–Estoy nerviosa por volver a Noruega.

–Todo ira bien, recuerda que digan lo que te digan tú vas a ser feliz. Me tienes a mi.

–Lo sé, gracias. Pero sé lo que es para mí ir a casa, es horrible.

–Lo sé, amor.

Suspiré.

–Ira todo fenomenal, y sino, ya sabes que soy un buen hombro en el que llorar, una buena boca a la que besar y una buena polla para follar en caso de querer desquitarte.

–No lo dudo, no –reí.

–Te amo.

–Yo también.

Desde donde estamos, se tiró al mar de cabeza, y vi su bañador flotando en la superficie y poco después su cabeza saliendo.

–¡Creo que te falta algo! –grité para que me oyera.

–¡Lo sé, ¿pero quién me ve?! –rió. Pues también es verdad, solo lo veo yo–, ¡¿No vas a venir a hacerme compañía?!

–¡Tienes la mano muy suelta!

–¡¿Y eso te supone un problema porque...?!

–Me dolerá el chichi.

Entonces él se rió y negó con la cabeza para ir nadando a donde se encontraba la escalera para volver a subir, no sin ponerse el bañador primero, no sea cosa de que lo vea alguien.

𝐬𝐢𝐧 𝐝𝐚𝐫𝐧𝐨𝐬 𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚 [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora