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Charles

Yo me ocupé de todo y lo dejé todo preparado para cuando nos tuviéramos que ir. Maletas, comida por si nos entra hambre, bebida, hotel… Esa era una de mis pocas ventajas con insomnio, que no perdía el tiempo en dormir. Aunque lo necesitaba, no podía dormir ni aunque me lo propusiera…

Decidí subir a hacerle compañía a Emma, ella dormía plácidamente allí arriba, me daba hasta pena invadir su espacio, pero que coño, es mi cama. Nada más quedarme en ropa interior, ella inmediatamente se puso en mi pecho. Parecía como si supiera que estaba aquí, la abracé suavemente y me acomodé. Me estuve a mirarla unos minutos antes de intentar dormir. Por suerte, no me costó mucho. Me gustaba mucho dormir con ella, porque eso significaba que de verdad podía hacerlo, conciliaba fácil el sueño.

A la mañana siguiente, me desperté viendo que ella me miraba. Esperaba encontrarla dormida.

–¿Cuánto tiempo llevas mirándome?

–Díez minutos.

Sonreí. Aparté varios mechones de delante de su preciosa cara, antes de que mi mirada se dirigiera a sus labios. Era hermosa, y yo no podía tenerla.

–Hay que moverse para irnos.

–Hmmm… cinco minutos –cerré más los brazos y escondí mi cara en su cuello.

–Vago.

–No, disfrutón –y tanto que estaba disfrutando con ese tacto.

–Lo que tú digas. Arriba.

Resoplé y me obligué a soltarla. Me vestí con lo primero que vi en el armario y la esperé mientras se arreglaba.

–¿Has cogido tus pastillas y te has tomado la de la mañana? –me miró. Se acordaba. Me llenó el corazón su preocupación.

–Me la iba a tomar ahora. Y sí, he cogido las dosis de estos días. Están en tu bolso porque yo no sabía dónde metermelas.

Asintió y sonrió. Le sonreí de vuelta y, después de terminamos el desayuno, nos fuimos al garaje a por el coche.

–Me acuerdo cuando me dijiste que tal vez en ese instante estábamos ahí por algo cuando nos reencontramos hace unos cuantos meses, y al final mira, aquí seguimos. La vida nos volvió a juntar.

–Y espero que no nos vuelva a separar –mi cuerpo, mi cabeza y mi corazón no podría soportarlo.

–Ni de coña.

–Te amo –dije por pura impulsividad. Y automáticamente pensé en lo incómodo que era que justo yo dijera eso, sabiendo cómo están las cosas. Simplemente sonrió. Aún estaba con Carlos aunque eso estuviera más muerto que un muerto de verdad.

Pisé el acelerador y salimos directos a seguir nuestra ruta hasta Florencia, no sin antes pasar por el banco a ingresar todo el dinero que gané. Puse cincuenta en mi cuenta y otros cincuenta en la suya, cuando se diera cuenta me iba a matar.

–Me moría de ganas de ir a Italia y que no fuera Monza.

–O Imola –reí–, me gusta que estés aquí.

–Cierto. A mi también me gusta estar aquí.

La necesitas para estar vivo, acéptalo.

Y si, tenía que admitir que mi cabeza está vez tenía razón. No había sido capaz de vivir sin ella dos años, y ahora era como si todo fuera nuevo. Con ella todo encajaba, yo ya no me sentía fuera de lugar. Odiaba depender así de ella, pero era lo que a veces tenía estar enamorado, que no ves un mundo sin ella.

𝐬𝐢𝐧 𝐝𝐚𝐫𝐧𝐨𝐬 𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚 [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora