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Charles

Me sentía una persona totalmente renovada desde que Emma me besó. Ya no sentía ningún vacío en el pecho al levantarme, y también me alegraba eso de levantarme, porque había vuelto a dormir. Durmiendo con ella a mi lado todo era mejor. Nos quedaban aquí esta noche y la de mañana y luego volveríamos para la carrera. Por una parte me sabía mal, porque eso significaba no demostrarle afecto directamente y yo lo haría incluso gritandoselo al mundo, pero tenía que respetar que nuestra vida privada y nuestra vida allí eran diferentes. Queríamos ir poco a poco. Si la prensa viera que Emma está conmigo, no tardarían nada en criticarla, y no queríamos nada de eso. Primero debería hablar con Carlos, un paso difícil, ambos sabíamos cómo iba a reaccionar ante el divorcio. Y no quería que acabase pagándolo ella.

–¿Te apetece hacer algo hoy? –la miré. Desnuda, tapada con la sábana y apoyada en mi pecho. Hermosa.

–Deberíamos dar una vuelta por aquí y ver sitios.

–Pues vístete, vamos a desayunar por ahí y aprovechamos el día –me separé de ella para levantarme.

–¿... No podemos ir por la tarde y comemos fuera? –me miró.

–Pensaba que la activa de los dos eras tú –me reí ante su carita de pena.

–Y lo soy –me guiñó un ojo.

–Ese doble sentido –vacilé y volví a tumbarme a su lado. Se destapó y se subió sobre mí, comenzando a besarme los labios suavemente.

Mis manos se pusieron sobre sus caderas. Amaba sus labios. Amaba lo bien que me hacía sentir con cualquier mínima cosa. Y cuando me besaba de esa forma tan suya, era como pisar el cielo. Solo ella era capaz de generar lo que generaba en mi. Me erguí para sentirla más de cerca, acariciando su piel suavemente, deleitándome con cada roce de su suavidad y como nuestras respiraciones se mezclaban aceleradas. Sus manos se hundieron en mi pelo, masajeándome de la manera que más me gustaba, mimándome. Mis labios viajaron a su cuello, su hombro y su pecho, dejando que algunos jadeos se escapen de su boca mientras sonríe a medias. Apretaba su cintura entre mi agarre, mientras ella se dedicaba a volverme loco con sus besos y sus roces y dejarme entrar en ella empezando a moverse sobre mí. El placer y el sentimiento que había entre nosotros dos era lo mejor que había experimentado jamás. Sus curvas eran tan perfectas que no podía dejar de acariciar al rededor de ellas, me gustaba tanto sentirla que sentía que me derretía.

Si sus curvas fueran parte de un circuito, estaría encantado de recorrerlas todas a pie. Sería el mejor circuito jamás creado. Correría en ese sitio una y otra vez hasta memorizar cada centímetro de aquel, sin cansarme una sola vez. Hasta desfallecer. Hasta que supiera describir hasta lo que habría en los alrededores y el tamaño de las piedras que formarían la grava del lugar. Un sitio tan perfecto que me tendrían que sacar de ahí a la fuerza.

Después de fundirme con ella, la tenía sentada en mi regazo mientras me dejaba jugar con unos cuantos mechones de su pelo. Nunca me cansaría de mirarla así como estaba, tan relajada. Tan ella. Teníamos que aprovechar el poco tiempo que quedaba antes de la carrera.

–¿Quieres que salgamos esta tarde o prefieres que nos quedemos aquí?

–Ya te dije que podíamos comer fuera y pasear.

–Lo sé, pero te veo demasiado a gusto –sonreí de lado.

–Seguiré estando a gusto si estás a mi lado en cualquier lugar del mundo.

–Tengo que acostumbrarme a oír esas cosas de ti de nuevo –reí nervioso. Hacía mucho que no escuchaba cosas tan bonitas, y me generaba lo mismo que generaría en un adolescente con las hormonas hasta arriba.

Se levantó de mi regazo y se puso de pie con una sonrisa. Era hermosa.

–Deberíamos ducharnos a no ser que quieras que salgamos oliendo a sexo.

–¿No puedo marcar territorio?

–¡No seas cerdo! –reí ante la cara que puso.

Sonriendo fui tras ella y nos fuimos a la ducha para quitarnos el mal olor y arreglarnos antes de salir. Debíamos tener cuidado al salir a la calle juntos, si mostrábamos cualquier acto de cariño y alguien de por aquí nos reconociera, no me gustaría que se volviera a liar. Primero quería que ella tomara cartas en el asunto con el tema de Carlos y ya después se vería sobre nosotros. No podía dejar de pensar en que él había conseguido en dos años lo que yo luché por cinco. Me lo guardaba muy adentro de mí.

Tras haber comido en un restaurante que estaba bastante bueno, fuimos a dar un paseo por todo lo que pudimos. Yo estaba muy sumido en mis pensamientos sobre el tema de ella y Carlos, me preocupaba. ¿Y si se arrepiente y al final no se divorcia? ¿Y si cambia de opinión en el último momento antes de firmar? ¿Y si todavía lo ama?

–Charles –me tocó el hombro suavemente para no asustarme.

–¿Princesse? –respondí, dándole mi atención.

–¿Va todo bien ahí dentro? –señaló mi cabeza. Me conocía muy bien.

–... solo estoy pensando demasiado en... Cosas. Muchas, demasiadas.

–¿Necesitas hablar? –nos sentamos en una playa que vimos en el camino, apoyados en el muro que rodeaba aquella.

–No creo que puedas ayudarme con esto. Es decir, podrías, pero no quiero ni necesito incomodarte.

–No creo que lo hagas.

–¿Cómo ves el tema con Carlos? –creo que debí haber premeditado la pregunta.

–Vaaale... Eso es lo que te preocupa, ¿no?

–Muchísimo. Mucho más de lo que me gustaría, la verdad. Lo siento.

–Pues deberías estar bien tranquilo.

–¿Por qué? –la miré a los ojos.

–Porque tengo más que claro lo que quiero en mi vida.

–¿Y qué es lo que quieres en tu vida?

–A ti, con una niña y un niño llamándote papá.

Me paré a mirarla unos segundos antes de que las lágrimas se empezasen a deslizar por mis mejillas.

–Nunca creeré que mi relación con Carlos fuera un error porque lo he amado mucho, pero considero un error haberte dejado ir. No habrá día que no me arrepienta. Y... –suspiró–, el saber que tu depresión es por mi culpa, eso me mata. Y ahora lo único que quiero es demostrarte que no estás solo, y que te quiero para siempre –me mira.

Yo no soy capaz de articular palabra ahora mismo, estoy demasiado ocupado intentando no llorar desconsoladamente. Estaba escuchando lo que siempre había deseado, de la persona que lo había deseado.

–Y creo que dos personas si están hechas para estar juntas, tarde o temprano lo estarán. Y tú y yo nacimos para estarlo, solo no supimos darnos cuenta .

Empecé a limpiarme las lágrimas de la cara y me esforcé por detener mis ganas de sollozar. Volví a mirarla sonriendo, aún con los ojos cristalizados. Esta mujer lo era todo para mí. Iba a morir a su lado.

𝐬𝐢𝐧 𝐝𝐚𝐫𝐧𝐨𝐬 𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚 [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora