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Emma

Charles estaba volviendo a ser el mismo poco a poco. Me encantaba ver cómo iba recuperando su luz.

–Emma –lo miré–. Me gustaría que vinieras a mi cita con el psicólogo para que te conozca.

–Me encantaría saber cómo le has estado hablando de mí.

–Ni te imaginas cuánto sabe de ti, bonita.

–Si soy la razón por la que estabas ahí, entiendo que así sea...

–Bueno, tranquila.

–Está bien, lo estoy. ¿Cuándo tienes esa sesión?

–Está tarde.

–Muy bien –asentí. Era algo importante para él. Me hacía feliz que quisiera compartir aquello conmigo.

Esa misma tarde partimos hasta el edificio en el que nos encontraríamos con ese psicólogo. Entramos ambos en la sala y nos sentamos en el sofá que había delante de la silla en la que estaba sentada el susodicho. No sabía cómo eran sus charlas, me daba bastante curiosidad que podrían hablar aquí dentro.

–Veo que estás mucho mejor –puntualizó el hombre mirándolo, luego dirigió su mirada a mí, sin ninguna prisa–, tú eres Emma, ¿me equivoco?

Asentí. Él también asintió y miró a Charles de nuevo.

–Ella es la razón por la que vine y la misma por la que estoy consiguiendo salir.

–Cuéntame.

–Ha sido un proceso demasiado largo, y complicado y con demasiados altibajos. Y podría seguir poniéndole adjetivos –rió levemente–, pero desde que la volví a ver, me sentía... mejor. Había días en los que venía mejor o peor dependiendo de la situación con ella, y era desesperante... –suspiró.

–Sí. Me quedé en que la ibas a volver a ver porque aparecía de nuevo por allí y querías pero a la vez no. Ya veo que la cosa ha ido bien.

–Si hubiera ido mal... Creo que habrías perdido un paciente, y no de la forma en la que te gustaría –sé que tendría que haber sonado como una broma, pero no lo era en absoluto.

–Bueno, lo importante es que has avanzado mucho y te veo mucho mejor. Y si mal no recuerdo se te ha reducido la dosis del medicamento.

–Sí, es cierto, me la reduciste –sonrió–, creo que no me he sentido tan bien nunca. Y espero que de verdad esto no sea un sueño, porque ella es todo lo que quiero por el resto de mi vida.

–Pues yo solo os deseo lo mejor y que hayas aprendido algo de las terapias. Como por ejemplo tomarte las cosas con más y no dar con ese brote de ansiedad a la mínima que veas que tu vida puede pasar algo malo. Hay que afrontar las cosas y ser fuertes.

–Sí, hice muy bien en venir –sonrió de nuevo–, no sé qué habría sido de mí si no me hubieran empujado aquí dentro.

–Pues por cojones salir de la mierda, Charles.

Asintió riendo.

–Espero que si un día vuelvo, sea para contarte lo bien que me va.

–Seguro que sí. Me alegro por verte bien, espero que siga así –se despide con un estrechón de manos y de dos besos de mí.

Me gustó saber que él había salido de ahí gracias a mí, y que dejaría de tomar medicación pronto. Y que se encontraba como nuevo, como el Charles de antes. No. Era mejor que el Charles de antes. Era un Charles totalmente nuevo, un Charles que amaba todavía más fuerte. Íbamos a brillar juntos. Había cambiado, pero seguía siendo Charles. El mismo Charles que conocí siendo una renacuaja. Y lo amaba con cada molécula de mi ser.

–¿Te apetece ir a ver a mi madre este fin de semana? No hay carrera después, y creo que nos echará de menos.

–Cierto, hasta el diecinueve no tienes que estar en Hungría, podemos irnos tranquilamente.

–Me gusta llevarte allí porque la forma en la que existes en Mónaco es genuina. Allí no finges nada, te desmelenas. Y me encanta verte siendo tan auténtica –me sonríe.

–Mónaco me hace feliz.

–A mi también, y más cuando estás en él y le pones más color –sonreí ante sus palabras tan bonitas.

–Yo también debería ir a ver a mis padres –suspiré.

–Puedo acompañarte, hace demasiado que no los veo. Ni siquiera creo que se acuerden de mí.

–A mi madre nunca le cayó del todo bien Carlos, siempre ha querido que volviera contigo. No me apetece nada volver por allí, pero voy por mi padre y porque les hará ilusión verte.

–Entiendo que no le cayera bien –lo fulminé con la mirada–, lo sieeeento... –dijo con obligación.

Negué con la cabeza y sonreí. Él me sonríe también y de la mano nos fuimos a su habitación en el hotel. Supuse que Max y Lewis hablaron sobre mí divorcio, porque nadie pareció sorprendido ni descolocado de vernos entrar juntos en el recibidor del hotel. Aún teníamos que hacer el papeleo, seguíamos casados pero estábamos separados.

–No pierde tiempo, no –oí a Lando, y a Óscar ahogar una risa.

–¿Perdón?

–Tranquila, no creo que lo digan en mala forma –Charles me pone una mano en el hombro.

–Si yo te apoyo, teniendo un tío así... –dice Óscar–, con perdón, eh.

Charles, Lando y yo reímos. Olvidaba que con ellos, nada tenía intenciones ofensivas, aunque lo pareciera.

Tras pasar el rato con algunos de la parrilla fuimos hacia su habitación, donde ahí organizamos el viaje de Mónaco y Noruega. Tenía ganas de ver si mi madre se volvía más agradable con Charles, siento que siempre fue resentimiento, porque lo amaba tanto como yo. Antes ella no era así. No del todo. Pero tampoco fuimos nunca uña y carne, así que. En cambio, mi padre sí. Mi padre lo era todo para mí. Era cercano, amable, cariñoso, dedicado... Todo lo que una hija pudiera soñar.

–Pues yo creo que ya está todo, y si falta algo, se compra.

–Claro, como a ti te sobra el dinero, pijillo...

–Corrijo... Si te falta algo, te lo compro –sonríe.

Rodé los ojos. Me gustaba toda esa atención, a decir verdad. Me daba igual que fueran unas galletas o un coche, siempre me moriría de amor por casa cosa que compraba pensando en mi. O esos pequeños detalles que te hacían marcar la diferencia.

𝐬𝐢𝐧 𝐝𝐚𝐫𝐧𝐨𝐬 𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐚 [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora