•Ivonne

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La Vida en la Sombra

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La Vida en la Sombra

Tengo 23 años y vivo en París, pero la ciudad que para muchos es sinónimo de romance y lujo, para mí es un escenario de supervivencia. Soy indigente, lo digo sin rodeos, porque ocultarlo no cambia mi realidad. No tengo dinero, ni pertenencias, ni lujos. No sé qué se siente tener un hogar, y menos aún ser amada. Nunca conocí el abrazo cálido de una madre ni el consuelo de un padre. Desde que tengo memoria, he vivido en la calle, moviéndome entre sombras y manteniéndome al margen de una sociedad que me ignora.

Según el mundo, no soy una chica "normal". Nunca supe cómo serlo, ni lo intenté. Mi lugar siempre ha sido la calle, y aunque he aprendido a aceptarlo, nunca ha sido fácil. Todos los días lucho contra la indiferencia de los demás. La gente pasa a mi lado sin siquiera mirarme a los ojos, como si mi existencia fuera una molestia, algo que prefieren no ver.

He escuchado más veces de las que puedo contar las preguntas curiosas de los niños: "Mamá, ¿por qué duerme en la calle?" Los padres, incómodos, responden con indiferencia, "Ella está así porque quiere." Esas palabras siempre duelen. La ignorancia se transmite de generación en generación, enseñando a no mirar más allá de las apariencias, a no tener compasión.

Yo nunca quise vivir así, pero la vida no me dio muchas opciones. Mientras otros me llaman "vaga" o me juzgan por estar en esta situación, sé que si tuviera una oportunidad, la tomaría sin pensarlo. De niña, soñaba con una vida diferente, con un hogar cálido al que llegar después de un largo día, con una cama donde descansar. Pero en mi realidad no hay cama, no hay hogar. Solo están los días interminables de frío, hambre y soledad.

A pesar de todo, no he perdido la fe. Todavía creo que en algún lugar del mundo existe alguien capaz de mirarme a los ojos y extenderme una mano sin juzgarme. Alguien que vea más allá de mis harapos, que entienda lo que es vivir en la pobreza y me trate como una persona, no como una carga.

Mi vida me ha enseñado una lección clara: lo material no tiene valor real. Lo que importa son los momentos, las sonrisas y los lazos humanos. Valora lo que tienes, porque todo puede desvanecerse en un abrir y cerrar de ojos, como me ocurrió a mí. No somos dueños de nada en este mundo, y lo que hoy tienes, mañana podría desaparecer.

 No somos dueños de nada en este mundo, y lo que hoy tienes, mañana podría desaparecer

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