6

742 114 6
                                    

Una nueva Ivonne.

La casa era tan hermosa. Tenía unos pisos brillosos, tan brillosos que mi figura delgada se reflejaba en ellos. La vista era perfecta, de acá arriba se veía todo un tanto pequeño. Había árboles, muchos árboles y algunos bordeaban caminos, formando una especie de arcos. Las casas del alrededor eran parecidas a las de Eiden. Era un barrio acogedor y se veía bastante seguro.

En el living había una chimenea grande, la cual estaba muerta ahora mismo, no había ninguna llama de fuego en ella. Los sillones eran de un tapiz negro, con enormes almohadones, y en cada sector había una alfombra. El baño, por Dios, el baño, en el que podías pasar horas y horas relajándote en aquella bañera, y en su cuarto había una enorme cama en el medio con una voluminosa alfombra suave.

En las paredes había un espejo y muchos cuadros abstractos. Sin dudas, cualquiera daría todo para vivir en un lugar así. Mi mirada se perdía en cada rincón y detalle, me dirigí hacia la bonita cocina con unos azulejos de color pastel. En ella había una enorme barra, en la cual Eiden había dejado un desayuno y una bonita nota, la cual me había hecho sonreír.

Luego de deleitarme con aquel rico desayuno, me atreví a darme una ducha. Guié mis pasos hasta el baño, despojándome del pijama que me había prestado Eiden, el cual era una remera larga que me llegaba por debajo de las rodillas.

Al quedar desnuda, ojeé mi cuerpo en el espejo, ese cuerpo delgado y de piel blanca, tan blanca que parecía ser porcelana. Tenía lunares en el cuello, el pecho izquierdo y el vientre. Subiendo mi vista, miré mi rostro, el cual estaba adornado por una lluvia de pecas. Finalmente, abrí la ducha, dejando que el agua cayera en la bañera para que esta se llenara.

Con cuidado, metí un pie en ella, sintiendo el agua caliente, causándome placer. Luego metí el otro, hasta estar con el cuerpo completamente sumergido en el agua.

En la bañera había algo que parecían botones. Sin poder contener la curiosidad, apreté uno de ellos, y en ese instante comenzaron a aparecer burbujas en el agua. Esto hacía que me relajara más y que disfrutara del momento.

Luego de unos minutos o quizás una hora, fui consciente de que me había demorado mucho, así que decidí que era mejor cambiarme. Pero antes de eso, la puerta principal de la casa se abrió y unos pasos resonaron por la sala. A todo esto, sentí como mi corazón se aceleraba, pensando en lo peor.

Rápidamente, quité el tapón de la bañera, haciendo que el agua fluyera hasta quedar la tina completamente vacía. Salí de ella y tomé un toallón blanco que había en un perchero y me envolví el cuerpo. Agarré la ropa que me había prestado Eiden para vestirme, pero esta estaba completamente mojada y los pasos cada vez se acercaban más.

—¿Ivonne? —Escuché la voz de Eiden. —Rayos... Le dije que no se fuera. —Sentí que murmuraba por los pasillos.

—Te estoy escuchando. —Le respondí. —Estoy aquí en el baño.

—Perdón, no quise molestarte, te dejaré hacer eso tranquila. —Su voz se oyó detrás de la puerta.

—Enseguida sal. —No terminé de completar la frase porque una sensación extraña se me vino a la cabeza. —¿No estarás pensando que estoy haciendo del dos, cierto? —Indagué para respaldar mi suposición.

—Oh, claro que no. —No sonó para nada convincente. —Bueno sí, pensé eso. —Se delató. —Entonces, si no es eso, ¿por qué no sales? ¿Por qué nos comunicamos a través de una puerta?

Dejé un silencio incómodo.

—Me he entrado a duchar y dejé mi ropa en la habitación.

—Iré por ella, espera.

Atrévete a quererme® ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora