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Lo que no se ve.

Siempre he sido un hombre de pocas palabras. Aprendí desde jóven a que no es necesario decir mucho para que los demás te respeten, que a veces el silencio comunica más que cualquier discurso. En París, me conocen por mi éxito, por mi elegancia, por las donaciones que hago. Pero nadie realmente me conoce. Pocos saben lo que he vivido, lo que me llevó hasta aquí.

Vivo rodeado de lujo, en un piso que para muchos sería un sueño inalcanzable. Pero la verdad es que nunca quise esto para mí. No me malinterpreten, estoy agradecido por lo que he logrado, por la estabilidad que mi empresa me ha dado, pero las noches solitarias en mi departamento me recuerdan algo: no importa cuántos ceros haya en mi cuenta bancaria, el vacío sigue ahí.

Dicen que soy un hombre alegre, simpático. Eso es lo que ven en la superficie. Pero la realidad es que, a veces, la sonrisa es solo una máscara que llevo para no mostrar lo que realmente siento. Dentro de mí, aún vive el niño que conoció la soledad demasiado pronto, que aprendió a sobrevivir en un mundo que no se preocupa por los débiles.

Pocas personas tienen acceso a mi vida personal, y lo prefiero así. He visto lo peor de la gente, y aunque ahora me respetan por lo que tengo, sé que el respeto verdadero es algo más profundo, algo que pocos entienden. A veces me pregunto si las personas se darían cuenta de que mi alma, a pesar de todo lo que he logrado, sigue herida. Pero eso es algo que prefiero guardar para mí.

•••

Hoy me encontraba en casa, como ya mencioné, en uno de los edificios más caros y renombrados de París. Desde la ventana podía apreciar el hermoso paisaje de un parque repleto de árboles, cuyas hojas se habían teñido de un amarillo cálido por el otoño. Había unos bancos donde a veces solía sentarme a reflexionar. Al fondo, los juegos infantiles, donde los niños corrían y reían, llenaban el lugar de vida. Qué hermosa se veía la infancia desde esta perspectiva, esos pequeños que pedían ayuda a sus padres, esos "lobos feroces" en sus imaginaciones. Todas las tardes, sus risas resonaban, y, por un momento, llenaban mi corazón de una nostalgia dolorosa.

Observarlos jugar me transportaba a otra época, una que, para mí, quedó congelada en el tiempo. Veo a esos niños felices y me imagino a mí mismo, corriendo junto a mis padres, sin saber que en un segundo la vida me los arrebataría para siempre.

Tenía diez años cuando dos personas, imprudentes y sin malicia, causaron la muerte de quienes más amaba. Nunca olvidaré ese momento; todo lo que conocía y amaba se desmoronó en un abrir y cerrar de ojos.

Sacudí esos pensamientos al sentir una lágrima formarse en el borde de mis ojos. Miré a mi alrededor, recordándome que no debía perderme en esos recuerdos. El sonido del teléfono interrumpió mis pensamientos, trayéndome de vuelta a la realidad, esa en la que mi felicidad se basaba en procurar la felicidad de los demás.

Me levanté del sillón, tomé la camisa que ya tenía preparada, el pantalón de vestir y la corbata que siempre me acompañaban en mis jornadas laborales. Con el maletín en la mano, salí de casa, sabiendo que el encargado de marketing me esperaba en la empresa para una conferencia.

Todos los días era la misma rutina: despertar, desayunar e ir a trabajar. A pesar de eso, amaba lo que hacía. Mi trabajo no solo era mi sustento, era mi propósito. Me reconfortaba ver cómo la empresa se había convertido en una fuente de bienestar para tantos, y eso, de alguna manera, me hacía sentir que aportaba algo bueno al mundo.

—Señor, lo esperan en la oficina —me avisó mi secretaria cuando llegué al edificio.

Le dediqué un gesto de asentimiento y aceleré el paso hacia mi despacho. Mis zapatos resonaban con firmeza en el suelo, un sonido familiar que anunciaba mi llegada por el pasillo. Al entrar a la oficina, me recibió la vista que tanto me gustaba: un amplio ventanal que abarcaba gran parte de la pared, mostrando los altos edificios, las calles abarrotadas de gente y la vida que continuaba ahí afuera, siempre en movimiento, mientras yo intentaba encontrar el mío.

Atrévete a quererme® ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora