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Nuevos Comienzos

Cuatro años habían pasado desde aquel fatídico día en que el cielo se oscureció y la vida nos dio la más dolorosa de las lecciones. A pesar de la pérdida desgarradora de Eiden, mi vida y la de Andy habían tomado un rumbo inesperado. La muerte puede separarnos físicamente, pero el amor que Eiden había sembrado en nosotros seguía floreciendo, convirtiéndose en la luz que guiaba nuestros días.

Era una mañana fresca de otoño, el aire estaba impregnado de ese aroma a hojas secas y tierra húmeda que solo esta época del año puede traer. Me encontraba en la oficina, atando la corbata de Andy. Era un gesto cotidiano, pero para mí, tenía un peso emocional abrumador.

—Eres igual a tu padre.— le dije con una sonrisa, recordando los momentos en que Eiden hacía lo mismo. Andy era la viva imagen de él, con esa sonrisa contagiosa y la mirada decidida.

—Ya lo sé, mamá. Ahora yo estoy para cuidarte.— Su voz era firme y tranquila, pero al mismo tiempo reflejaba la vulnerabilidad de alguien que había pasado por mucho a tan corta edad.

Cuando besó mi frente, sentí un cosquilleo en mi piel, como si Eiden estuviera allí, en ese momento, sonriéndonos desde donde sea que estuviera. Era un gesto cargado de amor, una promesa silenciosa de que todo estaría bien.

La vida nos había enseñado a adaptarnos, a ser fuertes y a apoyarnos mutuamente. Desde la muerte de Eiden, Andy había tomado las riendas de la empresa, convirtiéndose en un líder excepcional, demostrando que la sangre no solo es un lazo biológico, sino un compromiso.

Habíamos trabajado arduamente para mantener su legado vivo. La fundación que había creado en su nombre se había convertido en un refugio para muchas personas en la calle. Eran espacios donde se les proporcionaba comida, ropa y oportunidades de empleo. Andy y yo nos encargábamos de todo, desde la administración hasta la planificación de eventos. En cada rincón de la fundación, podías sentir la esencia de Eiden: su generosidad, su espíritu altruista y su deseo de ayudar a los demás.

Hoy, era un día especial. Nos habíamos propuesto organizar un evento en la fundación para recaudar fondos. Andy había invitado a Lissa, su novia, quien siempre había sido una gran apoyo para él y para mí. Lissa era una joven amable, llena de vida, con un corazón que brillaba tanto como su sonrisa. La conexión entre ellos era palpable, y a veces, me recordaba a la historia de amor que Eiden y yo habíamos compartido.

La preparación del evento fue frenética pero emocionante. Había decoraciones por todas partes, el aroma de la comida llenaba el aire, y un grupo de músicos ensayaba en un rincón. Andy se movía por la sala con una energía contagiosa, organizando todo con una sonrisa en su rostro.

—Mamá, ¿estás lista para el evento?— me preguntó mientras colgaba un cartel en la pared.

—Más que lista.— respondí, sintiéndome emocionada pero también un poco nostálgica. —Es un gran homenaje a tu padre.—

—Sí, lo es.— asintió, y pude ver en sus ojos la determinación de honrar su memoria.

Finalmente, el evento comenzó. Gente de toda la comunidad llegó, algunos eran beneficiarios de la fundación, otros simplemente querían apoyar la causa. Ver a tantas personas reunidas en nombre de Eiden me llenó de un orgullo indescriptible.

Andy tomó el micrófono, y su voz resonó por la sala.

—Gracias a todos por estar aquí. Esta fundación es un reflejo del amor y la dedicación de un hombre increíble, mi padre, Eiden Willem. Él siempre creyó que ayudar a los demás era la mayor forma de vivir, y nosotros estamos aquí para continuar su legado.—

Las palabras de Andy hicieron eco en mi corazón, y no pude evitar que las lágrimas asomaran a mis ojos. Era un momento de alegría, pero también de tristeza, una mezcla de emociones que se sentía familiar. Mientras lo escuchaba, recordé lo que el cura había dicho en nuestra boda: “Hasta que la muerte nos separe”. Y aunque Eiden ya no estaba, su amor seguía vivo en cada acto de bondad que realizábamos.

A medida que avanzaba la noche, las risas y la música llenaban el aire. La gente compartía historias sobre Eiden, sus anécdotas y cómo había impactado sus vidas. Cada palabra, cada risa, era un tributo a su memoria. Cuando la noche llegó a su fin, la recaudación superó nuestras expectativas, y la emoción en la sala era palpable.

Al final del evento, Lissa se acercó a mí con una sonrisa radiante.

—Fue un éxito, ¡lo hiciste genial!— exclamó.

—No, Andy lo hizo genial.— respondí, sintiéndome orgullosa de lo que él había logrado.

—Él te tiene a ti, y eso es lo más importante.— dijo, su tono era sincero y lleno de calidez. —Ambos son inspiradores.—

Justo en ese momento, Andy se acercó, agotado pero feliz.

—Mamá, no podría haberlo hecho sin ti.— dijo, abrazándome.

—Siempre estaremos juntos en esto, cariño.— respondí, y en ese abrazo, sentí el vínculo inquebrantable que habíamos formado a lo largo de los años.

El tiempo había pasado, y aunque la ausencia de Eiden siempre estaría presente, habíamos encontrado una manera de seguir adelante. Andy, ahora un hombre hecho y derecho, se había convertido en el pilar de nuestra familia. Era un hombre noble y valiente, que había aprendido de su padre a amar y a ayudar a los demás.

Mientras el sol se ocultaba, iluminando el cielo con tonos cálidos de naranja y rosa, supe que, a pesar de las dificultades, teníamos un futuro brillante por delante. La vida había tomado giros inesperados, pero el amor siempre había prevalecido.

—Mamá, ¿crees que papá estaría orgulloso de nosotros?— preguntó Andy, su mirada perdida en el horizonte.

—Por supuesto que sí, amor.— respondí, mirando al cielo y sintiendo que Eiden estaba allí, guiándonos en cada paso del camino. —Siempre estará orgulloso.—

Y así, con el amor de Eiden en nuestros corazones y el apoyo inquebrantable el uno del otro, comenzamos a escribir el siguiente capítulo de nuestras vidas. Aunque el camino a seguir podría estar lleno de obstáculos, sabíamos que juntos podríamos enfrentar cualquier desafío.

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