La oscuridad del miedo
El sol brillaba en el cielo despejado, aportando una calidez inesperada a este día de otoño que normalmente sería fresco y gris. Me sentía en paz, como si el mundo exterior no pudiera tocar la armonía de mi oficina. Desde la ventana, las hojas de los árboles caían lentamente, formando un manto dorado en el suelo. Me gustaba contemplar ese espectáculo mientras disfrutaba de un café recién hecho.
Después de unos momentos de tranquilidad, subí a mi oficina, sintiendo la familiaridad de aquel espacio. Las vistas seguían siendo las mismas, una mezcla de edificios antiguos y modernos que se alineaban en el horizonte. Sin embargo, esa paz se interrumpió al escuchar el sonido inconfundible de unos tacones acercándose por el pasillo.
La puerta se abrió lentamente, y apareció la figura de la secretaria, su rostro iluminado con una sonrisa profesional.
—Señor, lo busca su contador —anunció amablemente, rompiendo el silencio.
—Dile que pase —respondí, levantándome de la silla para recibirlo.
El contador entró, su rostro brillaba con un orgullo palpable.
—Vengo a decirle que hizo un muy buen trabajo sacando a la muchacha —dijo, la satisfacción evidente en sus ojos.
Fruncí el ceño, confundido.
—¿Cómo? Yo nunca la he sacado, nunca le he dicho que se vaya, simplemente la llevé a un refugio para que la ayuden.
—Bueno, pero ya no está y eso es algo bueno para la empresa, la entrada ya no apestará—respondió, el entusiasmo en su voz chocando con mi incredulidad.
—¿Por qué le molesta tanto? —pregunté, sintiendo la curiosidad crecer dentro de mí. Sin esperar respuesta, continué—. Usted no es el dueño, no debería sentirse orgulloso de eso. Debería sentirse avergonzado al hablar de esas personas así.
—Per...
—No, déjeme aclararle algo —interrumpí, el tono de mi voz endureciéndose—. Si usted estuviera en la calle, ¿qué haría? ¿Cómo se sentiría?
—No sé por qué no lo estoy —respondió con arrogancia.
—Sabe algo: cuando la ignorancia envidia y critica, la inteligencia observa, escucha y se ríe —dije, cortante. Justo entonces, el sonido de mi celular interrumpió nuestra tensa conversación. Era Sofía, la chica del refugio donde estaba Ivonne.
Cuando la llamada de Sofía interrumpió mi conversación con el contador, su voz temblaba y podía sentir la preocupación a través del teléfono.
—Eiden, estoy asustada. Cuando amaneció y fui a ver a Ivonne, ella ya no estaba. La hemos buscado por la zona, pero no hay rastros de ella.
Mi corazón se detuvo por un instante. La calma que había sentido minutos antes se desvaneció, dejándome un nudo de ansiedad en el estómago. No podía ser. Ivonne no podía haberse ido, no sin decir nada.
—Voy para allá —respondí, dejando al contador parado en la oficina, incapaz de procesar lo que había escuchado. Sin mirar atrás ni dar explicaciones a la secretaria, salí disparado por la puerta.
El pánico me llevó a correr por las escaleras, saltando los escalones de dos en dos. Cada golpe de mis pies resonaba en mi pecho. Al salir al exterior, el aire fresco de la mañana contrastaba con el calor de mi desesperación. Miré a mi alrededor, esperando que en algún rincón, al final de la vereda, Ivonne estuviera esperándome.
Pero no había rastro de ella. La calle estaba llena de gente, pero no veía su figura, ni su cabello. Mis pasos se aceleraron, cada vez más rápidos, como si el mundo a mi alrededor se desvaneciera.
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Atrévete a quererme® ✔️
RomanceTus imperfecciones te convierten en la mujer perfecta. -Obra iniciada 24/6/2016. #48 en perdida (16/6/18) #2 En Economía. #16 En pobreza. #48 Novela Romántica.