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Más fuerte que nunca.

Han pasado ya unos dos años desde aquel fatídico incidente que cambió nuestras vidas para siempre. Al principio, cada recuerdo de aquel día estaba impregnado de dolor y angustia, pero con el tiempo, ese dolor se transformó en una mezcla de recuerdos tristes y momentos de felicidad. Fue ese mismo día en el que, entre lágrimas y esperanzas, le pedí a Ivonne que fuera mi novia.

Hoy, en el presente, observaba cómo Ivonne se preparaba para salir a su sesión de fisioterapia. La veía caminar con una determinación que me dejaba sin aliento. Había recorrido un largo camino desde aquella cama de hospital, y aunque las secuelas del accidente aún estaban presentes, su espíritu indomable brillaba más que nunca. Había aprendido a tomar pasos firmes y seguros, y cada vez que lo hacía, mi corazón se llenaba de admiración.

Ivonne había vuelto a trabajar en la empresa, y ver cómo se integraba de nuevo al equipo era un verdadero regalo. Con su creatividad y su ojo para el detalle, se encargaba de las imágenes de las publicidades y muchas otras tareas esenciales. Su risa resonaba en los pasillos, y aunque había sido una batalla difícil, la mayoría de la gente la había recibido con los brazos abiertos. Había logrado ganarse el cariño de casi todos, incluso de aquellos que al principio dudaban de su regreso.

Cuando regresó a casa después de sus sesiones, siempre traía consigo un aire de triunfo. Me encantaba escucharla relatar cómo había progresado en cada terapia, cómo había superado cada obstáculo que se le presentaba. Aquella mañana, mientras tomábamos el desayuno juntos, noté una chispa especial en sus ojos.

—Eiden, creo que hoy podré caminar sin las muletas —anunció con una sonrisa radiante.

—¿De verdad? —pregunté, conteniendo el aliento.

—Sí. Me siento fuerte, como si cada paso que doy me acerca más a mi meta.

Su determinación me llenó de orgullo. No solo había recuperado su movilidad, sino también su espíritu indomable. Era una mujer fuerte, siempre había encontrado la manera de salir adelante, incluso en las circunstancias más difíciles. Mientras saboreábamos nuestras tostadas, me di cuenta de que estaba listo para dar un nuevo paso en nuestra relación.

—Ivonne —empecé, sintiendo el nervio recorrerme—, me he estado pensando algo. Quiero que sepas cuánto valoro todo lo que has hecho y todo lo que eres para mí.

Sus ojos se iluminaron al escuchar mi tono, y su expresión se volvió seria.

—Eiden, yo también siento que hemos pasado por tanto juntos. No puedo imaginar mi vida sin ti.

La conexión entre nosotros se intensificó. Sabía que había llegado el momento de expresar mis sentimientos más profundos.

—Quiero que sepas que quiero pasar el resto de mi vida contigo. No solo como tu novio, sino como tu compañero en cada paso de este camino. ¿Te gustaría casarte conmigo?

Un silencio tenso llenó el espacio entre nosotros, pero en lugar de angustia, vi cómo una sonrisa emergía en su rostro. Antes de que pudiera responder, sus ojos se llenaron de lágrimas de felicidad.

—¡Sí! ¡Por supuesto que sí! —exclamó, su voz entrecortada por la emoción.

La alegría que sentí en ese momento era indescriptible. Me levanté de la silla y la abracé con fuerza, sintiendo su cuerpo temblar de risa y lágrimas. En medio de la adversidad, habíamos encontrado un amor que florecía más allá de las dificultades.

Mientras la abrazaba, comprendí que nuestra historia estaba solo comenzando, y a pesar de todo lo que habíamos pasado, lo que verdaderamente importaba era que estábamos juntos, listos para enfrentar cualquier desafío que nos deparara el futuro.

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