20

572 58 16
                                    

El día de la despedida.

El día del viaje había llegado y, con él, un torrente de emociones que se agolpaban en mi pecho. Mientras el reloj marcaba las ocho de la mañana, el bullicio de la ciudad comenzaba a despertarse. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas de la casa, y aunque los rayos brillantes iluminaban cada rincón, todo lo que podía ver era la sombra de la tristeza que se cernía sobre mí.

Sentado en la sala, esperaba al chofer, mis pensamientos llenos de recuerdos y preocupaciones. Andy había estado especialmente callado esa mañana, su energía habitual había sido reemplazada por un silencio melancólico. Era un cambio que me preocupaba y dolía. Mi pequeño ya no era tan pequeño, pero su inocencia seguía presente, y no quería que ese viaje le quitara la sonrisa que tanto amaba.

Cuando el chofer llegó, un hombre mayor con un gesto amable y una voz suave, sentí que el nudo en mi estómago se apretaba un poco más. Ayudé a cargar las maletas al maletero del auto, cada movimiento se sentía como un paso hacia lo inevitable. Andy estaba sentado en el asiento trasero, mirando por la ventana, mientras Ivonne ocupaba el asiento del copiloto, con la mirada fija en el horizonte, como si tratara de encontrar las palabras adecuadas para ese momento.

—¿Listos? —pregunté, tratando de inyectar algo de ánimo en el ambiente.

Ivonne asintió, aunque sus ojos reflejaban la preocupación. Andy, sin embargo, no respondió. Simplemente se encogió un poco más en su asiento, como si quisiera desaparecer en el espacio entre el asiento y la ventana.

El viaje al aeropuerto fue silencioso, interrumpido solo por el suave murmullo de la radio. Cada kilómetro que recorríamos parecía aumentar la distancia no solo física, sino emocional. Miré a Andy a través del espejo retrovisor, su rostro iluminado de vez en cuando por el sol, pero los destellos de tristeza nunca desaparecieron por completo.

Al llegar al aeropuerto, una oleada de gente nos rodeó. Las familias se reunían, los viajeros corrían de un lado a otro, y el aire estaba impregnado del aroma de café y la promesa de nuevos destinos. Pero yo solo sentía el peso de la inminente despedida.

—Vamos. —dije, intentando mostrar confianza mientras salíamos del auto.

Al salir, la brisa fresca del aire matutino me golpeó con fuerza. Llevaba mi maleta en una mano y la otra se aferraba a la de Andy, que seguía luciendo abatido.

—Papá, no quiero que te vayas. —dijo finalmente, su voz apenas un susurro. Las palabras parecían salir de su corazón y atravesar el mío como dagas.

Me agaché para mirarlo a los ojos, buscando la forma de consolarlo.

—Sé que no es fácil, campeón. Pero esto es solo un viaje corto. Pronto estaré de vuelta, y tendremos muchas aventuras juntos. —intenté sonreír, pero mi corazón se sentía pesado.

—Prometes que vendrás por mí y mamá a la guardería cuando regreses? —preguntó, y me sorprendió lo que había detrás de su inocencia.

—Por supuesto, prometido. —respondí, apretando su mano. —Siempre vengo por ustedes, ¿verdad?

Mientras caminábamos hacia la entrada, vi a Ivonne mirar su reloj con ansiedad. Su rostro mostraba una mezcla de preocupación y tristeza, y no podía evitar pensar en lo difícil que sería para ella, también. Habíamos pasado por tanto juntos, y ahora, como una familia, nos enfrentábamos a esta separación.

Finalmente, entramos en el aeropuerto. El bullicio y la emoción del lugar eran casi abrumadores. Había pantallas parpadeantes, anuncios de vuelos y el eco de risas y despedidas. Sin embargo, en nuestro pequeño mundo, todo parecía más silencioso.

Atrévete a quererme® ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora