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¿Alguien a bordo?

La luz de la mañana entraba suavemente por las ventanas mientras yo terminaba de preparar el desayuno. Observaba a Ivonne moverse lentamente por la casa, todavía recuperándose de la fiesta. A pesar de la evidente resaca, seguía siendo hermosa, incluso con su rostro algo pálido. Sonreí para mis adentros; la boda había sido un éxito, y la noche una de esas que nunca se olvidan.

-Buen día, bella durmiente -dije, mirándola mientras se desperezaba.

-¿Dormí mucho? -preguntó, arqueando las cejas, aún medio adormilada.

-Bastante -respondí, riendo al ver su expresión-. Creo que te bebiste todo lo que no bebí yo.

-Parece que un camión me pasó por encima... se me parte la cabeza en mil pedazos -murmuró, frotándose las sienes.

-Tomaste mucho anoche -reí de nuevo al ver su cara de sufrimiento.

No pude evitar pensar en lo genial que había estado la boda. Verla a ella, a nuestra familia/ amigos, tan felices, fue lo que más me alegró. La noche había pasado como una estrella fugaz: rápido, pero increíble. Claro que, como en toda fiesta, las consecuencias llegan al día siguiente. Yo había tomado lo justo, pero Ivonne se había encargado de beber por los dos.

Unos minutos después, Ivonne salió del baño con el cepillo de dientes en la boca, señalando su rodilla.

-¿Qué le pasó a mi rodilla? -preguntó con voz algo pastosa.

-Te caíste anoche -reí mientras preparaba el café.

-Qué vergüenza...

-Descuida, solo te vi yo. Te caíste aquí, en la vereda, justo antes de entrar a la casa -dije, entre risas.

Después de ese diálogo, seguí riendo por las caras y gestos que Ivonne hacía mientras recordaba el incidente. La mañana continuaba tranquila, aunque yo ya tenía la mente en la empresa. Tenía que firmar unos papeles importantes y chequear que todo estuviera en orden, aunque, sinceramente, deseaba quedarme en casa con la mejor compañía.

-¿Oye, Ivonne, estás bien? -pregunté al oírla vomitar desde el baño.

-Son solo náuseas -dijo mientras salía, pálida como una hoja de papel.

La preocupación comenzó a crecer en mi interior. No era típico que ella se sintiera así, ni siquiera después de una noche de fiesta.

-Está bien, cariño. Yo me iré al trabajo, pero si necesitas algo, me avisas -le dije, acercándome para besar su frente.

-Estaré bien. No te preocupes -respondió con una sonrisa débil.

Salí de casa con esa imágen en mi mente, sintiéndome algo inquieto. Mientras me dirigía a la empresa, no podía dejar de pensar en ella. Había algo en esas náuseas que me hacía dudar... ¿sería solo la resaca o había algo más detrás de todo esto?

El ambiente en la oficina estaba cargado de una energía inusual. A pesar de la evidente resaca colectiva tras la fiesta de la boda, todos habían asistido al trabajo. Aunque se veían algo cansados, seguían demostrando el compromiso que siempre me había hecho sentir orgulloso de tener a estas personas a mi lado. Mi plan del día era claro: dejarlos ir temprano, tal vez hasta debería haberles dado el día libre, porque honestamente, no tenía ni idea de qué hacíamos aquí hoy.

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