7

679 115 5
                                    

La primera impresión.

El día que Ivonne llegó con su nueva ropa, el ambiente en el departamento cambió por completo. Antes, la luz parecía opacar el desánimo que llevaba consigo, pero ahora brillaba de manera diferente. Cuando la vi salir de la habitación vestida con una blusa blanca impoluta y una falda negra que le quedaba perfecta, no pude evitar sentir una mezcla de orgullo y admiración.

-¡Guau! ¡Te ves increíble! -le dije, apenas conteniendo la emoción. No solo había cambiado su apariencia; había una energía renovada en ella que era contagiosa.

-Gracias, Eiden. Nunca pensé que podría sentirme así -respondió, girando lentamente para que pudiera admirar su nuevo look. La ropa, los zapatos nuevos, todo parecía encajar. Era como si hubiera pasado de ser la chica que luchaba por sobrevivir a una mujer lista para conquistar el mundo.

Aquel día, tras un largo recorrido de charlas y risas, terminamos sentados en el sofá, sumidos en la conversación. Hablamos de todo: de nuestros sueños, de lo que esperábamos del futuro, de lo que habíamos aprendido de nuestras respectivas vidas. Las horas pasaron volando, y antes de darnos cuenta, la luz de la habitación se fue desvaneciendo, reemplazada por un suave tono ámbar que indicaba que la noche había llegado.

-Es increíble cómo una conversación puede hacerte sentir tan viva -dijo Ivonne, mirando hacia el ventanal, donde las luces de la ciudad comenzaban a parpadear.

-¿Lo ves? Esto es solo el comienzo -le respondí, sintiéndome optimista por ella y por lo que nos esperaba. La conversación fluyó con facilidad, y antes de que nos diéramos cuenta, el cansancio se apoderó de nosotros. Con una sonrisa en los labios y una sensación de calidez en el corazón, nos dejamos llevar, quedándonos dormidos en el sofá, como dos amigos que han encontrado un refugio el uno en el otro.

Al despertar, me encontré en una posición incómoda, con un brazo extendido sobre el respaldo del sofá y la cabeza de Ivonne apoyada en mi pecho. La luz del día se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación y llenando el espacio con un brillo suave y cálido. Me di cuenta de que había pasado más tiempo del que imaginaba. Miré el reloj en la pared y un escalofrío de pánico recorrió mi cuerpo.

-Oh no, ¡ya es tarde! -murmuré en voz baja, intentando moverme sin despertarla. Tenía que enseñarle la oficina a Ivonne ese día, y no podía permitir que llegáramos tarde.

Ivonne se movió ligeramente, sus ojos entreabriéndose mientras se estiraba.

-¿Qué hora es? -preguntó con voz soñolienta.

-Son las diez, y deberíamos estar en la oficina ya -le respondí, sintiendo la presión del tiempo sobre mis hombros.

-¿Qué? ¡No! -exclamó, incorporándose de golpe, su expresión de sorpresa era digna de una película. -¿Por qué no me despertaste?

-Lo siento, me quedé dormido también -admití, riendo nerviosamente mientras me levantaba rápidamente del sofá. -Debemos apurarnos.

La energía en la habitación cambió de repente. Ivonne se levantó y corrió hacia su habitación. Desde donde estaba, la escuché murmurar mientras buscaba su ropa.

-No puedo creer que esto esté sucediendo... -dijo, casi para sí misma.

-Tienes todo lo que necesitas en tu armario -le recordé, mientras me apresuraba a organizar mi propio atuendo. La ansiedad comenzaba a apoderarse de mí, pero sabía que Ivonne se sentiría emocionada de conocer la oficina y a mis compañeros de trabajo.

-¡Ya voy! -respondió ella, y la emoción en su voz era palpable.

Finalmente, después de unos minutos que parecieron eternos, salió de su habitación luciendo espectacular. Con una blusa de colores brillantes que había elegido, su cabello caía libremente sobre sus hombros, dándole un aire de frescura y confianza.

Atrévete a quererme® ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora