La Decisión Difícil
La suave brisa del mediodía agitaba los mechones de cabello de Ivonne mientras se mantenía frente a mí, sus ojos fijos en el pequeño llavero que sostenía en alto. La confusión se reflejaba en su rostro, con el ceño ligeramente fruncido.
-¿Y eso? -preguntó, señalando las llaves con curiosidad.
-Esto -respondí, alzándolas un poco más, dejándolas brillar bajo el sol-, es con lo que abrirás tu casa.
Sus ojos se agrandaron un poco, como si intentara procesar mis palabras.
-Pero... si yo no tengo casa, Eiden -dijo con un tono de inocente desconcierto que me hizo soltar una pequeña risa. Parecía una niña pequeña tratando de entender un truco de magia.
-Ahora sí tienes -dije con una sonrisa que no pude ocultar. Sentí el aire frío filtrarse entre mis dientes, mientras su expresión cambiaba, pasando de la confusión al asombro en cuestión de segundos.
En un movimiento inesperado, Ivonne se lanzó hacia mí, envolviéndome en un abrazo cálido y fuerte. Uno de esos abrazos que te obligan a cerrar los ojos, porque todo lo demás desaparece por un instante. Podía sentir su gratitud y alivio en cada respiración que se sincronizaba con la mía.
Pero había algo que aún no le había dicho. Algo que iba a cambiar el ánimo del momento. Respiré profundamente, sabiendo que lo siguiente no sería fácil.
-Ivonne, escucha -comencé, suavemente, interrumpiendo el abrazo con delicadeza-. Esa fue una buena noticia, pero tengo que decirte algo más.
Ella se apartó lo justo para mirarme a los ojos, con una leve incertidumbre.
-En dos días... tengo que irme a Estados Unidos. Es para una junta importante, pero no será por mucho tiempo. Volveré rápido. -Quise tranquilizarla con mis palabras, pero su rostro lo decía todo. La tristeza invadió su mirada de inmediato, y vi cómo bajaba la cabeza, como si el peso de mis palabras cayera sobre ella.
Hubo un momento de silencio, en el que ni siquiera los sonidos de la calle parecían existir. Cuando levantó la cabeza de nuevo, sus ojos estaban brillantes, y sus labios se movieron, apenas audible.
-Eiden... no me dejes sola. No quiero que te vayas. -Su voz era un susurro cargado de vulnerabilidad, una confesión sincera que me hizo estremecer.
Me quedé sin palabras por un instante, porque sabía que para Ivonne, estar sola de nuevo representaba más que simplemente la ausencia de mi presencia. Para ella, había sido la soledad lo que marcó su vida durante tanto tiempo. No quería que ese vacío regresara.
-Ivonne... -dije con suavidad, poniendo una mano en su mejilla, obligándola a mirarme-. No estarás sola. Estarás en tu nueva casa, con todo lo que necesitas. Angie y los demás estarán cerca, y siempre me tendrás a mí, aunque no esté aquí físicamente.
Pero sus ojos no parecían estar convencidos, y no podía culparla por ello. Para alguien que había vivido en las calles, la idea de quedarse sola, incluso en una casa nueva, podía ser aterradora. Era como si la seguridad y el confort que tanto deseaba se esfumaran al primer indicio de distancia.
-Prometo que será solo por unos días -agregué, acariciando su rostro-. Y cuando vuelva, celebraremos. Tendrás tiempo para acomodarte, para leer los libros, para practicar fotografía... -Intenté cambiar el tono, buscando que la idea fuera menos amarga, pero la tristeza persistía.
Nos quedamos en silencio por unos segundos más, hasta que finalmente la solté y le entregué las llaves en la mano.
-Vamos, quiero enseñarte tu nuevo hogar. -Le sonreí con calidez, intentando aliviar el peso de la conversación.
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Atrévete a quererme® ✔️
Любовные романыTus imperfecciones te convierten en la mujer perfecta. -Obra iniciada 24/6/2016. #48 en perdida (16/6/18) #2 En Economía. #16 En pobreza. #48 Novela Romántica.