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Advertencia +18

Bellamy había pasado semanas en la incertidumbre, sin saber nada de su hijo. Cada vez que preguntaba por Xion, el demonio solo respondía: "Está en proceso." Su corazón intuía que algo malo le había sucedido a Cain.

Mientras plantaba flores en el jardín, un conejo blanco se acercó.

-Vete, pequeño -dijo Bellamy, mirando cómo el roedor permanecía inmóvil.

Lo tomó entre sus manos y, en un impulso, intentó estrujarlo. Vio cómo el animalito gemía de dolor.

Lo soltó.

Ella no era ni buena ni mala; simplemente era Bellamy.

Dejó que el conejo se alejara y volvió a su tarea en el jardín. Pero una presencia maligna comenzó a sentirse alrededor de ella.

-Xion, ¿qué pasa? -preguntó, con una expresión de extrañeza en el rostro.

-El príncipe logró pasar la prueba. El amo quiere que vaya al inframundo de inmediato, mi señora -informó el demonio, haciendo una reverencia.

Bellamy se tocó el corazón palpitante, sintiendo un alivio al saber que su hijo estaba bien.

-Vamos rápido -ordenó, su tono decidido.

-Antes de ir, debe estar decente -dijo Xion, chasqueando los dedos.

De repente, unas ninfas surgieron del inframundo. Se encargaron de llevar a Bellamy al baño, donde limpiaron su cuerpo y su cabello con delicadeza. Humectaron su piel, colocaron un vestido adornado con perlas y encaje, y ajustaron una corona de plata en su cabeza. Sus labios fueron pintados con un rojo sutil.

Las ninfas hicieron una reverencia y regresaron al inframundo.

Bellamy se miró en el espejo. Hacía mucho tiempo que no regresaba allí; no recordaba cómo era la vida en el inframundo.

-Estamos listos, mi señora -anunció Xion, ofreciéndole su mano.

Bellamy la aceptó, y Xion la guió hacia la entrada del infierno.













El azufre llenaba el aire, su aroma penetrante era detectable a kilómetros de distancia, mezclado con el peculiar olor a carne quemada. Los gritos desesperados de los humanos, pidiendo ayuda mientras sufrían castigos por sus pecados, resonaban por todo el territorio. El cielo, teñido de un rojo vivo, solo confirmaba que Bellamy se encontraba en el infierno. Observó cómo las ninfas arrastraban a los demonios que se atrevían a acercarse. Nadie tenía permitido acercarse a Bellamy; de lo contrario, sería arrojado al fuego infernal, vendido al foso de las almas, o simplemente devorado por Cerbero, el temido guardián del inframundo.

El castillo de Lucifer se alzaba cercano, custodiado por numerosos demonios.

-Bienvenida de nuevo, ama -dijo un demonio al abrir la puerta de su habitación.

Ella entró, observando el lugar con una mezcla de nostalgia y familiaridad. Todo estaba igual que cuando se fue. En la cómoda junto a la cama había un cuadro de ella y Lucifer, y el recuerdo de su boda y su primera vez juntos le trajo un doloroso pero dulce sentimiento. Lucifer siempre había sido tan romántico.

Libranos de todo mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora