Extra 3

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La celebración en el inframundo era vibrante, una mezcla caótica de risas y música que llenaba el aire. Parecía casi irreal, un sueño en el que el infierno, a pesar de los gritos de las almas condenadas, era un lugar donde la alegría familiar reinaba. El contraste entre la fiesta y la constante agonía de los pecadores era un recordatorio de la dualidad de ese reino, donde lo cruel y lo tierno coexistían de manera sorprendente.

Bellamy, sin embargo, se había retirado del bullicio para cumplir con una de sus tareas más dulces: acostar a los mellizos. Se sentó junto a sus pequeñas en su habitación, y con una voz suave y melodiosa, comenzó a cantarles una canción de cuna. Leira y Liera la miraban con ojos llenos de amor, sus pequeñas manos aferrándose a la tela de su vestido mientras sus párpados se volvían cada vez más pesados.

—Dulces sueños, mis amores —susurró Bellamy, observando cómo sus niñas finalmente cerraban los ojos. Con ternura, se inclinó y les dio un beso en la frente a cada una, asegurándose de que estuvieran cómodas antes de levantarse y salir de la habitación en silencio.

Una vez en su propia habitación, Bellamy sintió la necesidad de respirar aire fresco. Caminó hasta el balcón, donde la brisa oscura y densa del inframundo la envolvió, y se apoyó en la barandilla, observando la fiesta que seguía en pleno apogeo. Desde ahí, podía ver a sus hijos, riendo y bromeando entre ellos, sus voces llenas de vida resonando por encima del caos habitual del infierno.
Sus ojos se posaron en Cain, que estaba junto a Xion. Ambos observaban con diversión a un humano que, en su desesperación, intentaba sin éxito escapar de las ardientes llamas de la lava infernal. Las carcajadas de Cain resonaban, profundas y sádicas, mientras Xion se unía a su diversión con una sonrisa maliciosa. Había algo inherentemente cruel en esa escena, pero Bellamy, desde su posición en el balcón, lo observaba con una mezcla de aceptación y resignación.

"Si se aman, ¿qué importa lo demás?" pensó con una sonrisa tranquila en los labios.Sabía que la naturaleza de sus hijos era compleja, una mezcla de malicia y ternura, de violencia y cariño, pero eso no disminuía el amor que ella sentía por ellos.

Bellamy estaba absorta en sus pensamientos, la mirada perdida en la distancia, cuando sintió de repente unas manos fuertes que la rodearon con posesión, abrazándola desde atrás. Un escalofrío recorrió su cuerpo al sentir un beso suave y ardiente en su cuello, seguido por el calor de una respiración que reconocía bien.

—Hola, amor —dijo Bellamy, su tono ligero y divertido, aunque en sus palabras se percibía un suave dejo de anhelo.

—Te estaba buscando, mi amor —respondió la voz grave de Lucifer, mientras continuaba dejando una serie de besos en su cuello, cada uno más prolongado que el anterior.

Bellamy cerró los ojos, permitiendo que la calidez de esos besos la envolviera por completo.

—Me encontraste —murmuró Bellamy, girando la cabeza para mirarlo, sus ojos llenos de una mezcla de amor y complicidad.

Lucifer sonrió, esa sonrisa suya que siempre tenía un toque de peligro, pero que en ese instante era pura devoción por la mujer que tenía entre sus brazos.

Sin dejar de sostenerla, se inclinó para besarla en los labios, un beso largo y profundo que parecía querer recordarle a Bellamy que, su amor seguía siendo tan intenso como el primer día.

Libranos de todo mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora