Lucifer, el ángel caído, halló en su exilio una oportunidad inesperada para gobernar el mundo humano. Su ambición desmedida por demostrar que su visión era la verdad absoluta lo consumió, transformándolo en una figura de desolada grandeza. Sin embar...
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¿Que es más fuerte que el corazón?
Pero en su interior, Bellamy sabía que Lilith era increíblemente fuerte. ¿Cuántas almas habría succionado ya? Este ser corrupto, este engendro del mal, tenía una fuerza que no solo provenía de la oscuridad, sino del odio que había alimentado durante siglos.
Lilith la miró con una sonrisa cruel, disfrutando cada segundo de la lucha.
-No eres tan fuerte, ¿crees que eres digna de él? -se burló Lilith, dejando que su risa resonara en el aire, cargada de desprecio-. Yo fui su primera mujer, yo soy lo que necesita, niñita.
Bellamy, a pesar del cansancio y el dolor, no pudo evitar sonreír con confianza.
-No eres nadie para decir eso, Lilith -respondió, levantando su espada. Un hilo de sangre brotaba de su frente.
El viento comenzó a girar en la punta de su espada, acumulando un poder que parecía provenir del mismo cielo. Con un movimiento decidido, lanzó esa energía hacia Lilith, quien fue golpeada con tal fuerza que cayó al suelo, gritando de rabia.
-Este mundo no es para ti, corrupción -declaró Bellamy, con una determinación que iluminaba sus ojos.
Pero Lilith no se rindió. Con un grito de furia salvaje, se lanzó sobre Bellamy, y ambas quedaron envueltas en una lucha física feroz. Las garras de Lilith rasgaban el aire, buscando los ojos de Bellamy, mientras ella se defendía con toda la fuerza que le quedaba. Las dos mujeres rodaron por el suelo, una luchando por corromper, la otra luchando por purificar.
Las garras de Lilith rasgaron la delicada piel de Bellamy, dejando una herida profunda en su rostro. Un gemido de dolor escapó de los labios de Bellamy mientras caía de rodillas, sintiendo el ardor del veneno que ahora se esparcía por su cuerpo. La risa de Lilith resonó como un eco maligno.
-Ríndete, no eres un ángel de verdad -se burló Lilith, su voz impregnada de desprecio-. ¿Hija amada de Dios? Qué pura basura.
Bellamy jadeó, sintiendo cómo el veneno quemaba su interior, un fuego oscuro que intentaba consumirla desde dentro. Aunque su cuerpo comenzaba a curarse, el proceso era desesperadamente lento. Aun así, no permitía que el miedo la dominara.
Lilith, viendo la debilidad de Bellamy, se lanzó nuevamente sobre ella con una risa melodiosa pero teñida de maldad. Bellamy intentó bloquear el ataque, pero la fuerza de Lilith la lanzó volando por los aires. Su cuerpo golpeó el suelo con violencia, y aunque intentó ponerse de pie, sus piernas temblaban bajo el peso del veneno y el cansancio.
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Ahiram observaba a su madre con el corazón desgarrado. Cada movimiento de Bellamy, cada jadeo de dolor, era como un cuchillo atravesando su alma. Aunque sus fuerzas se desvanecían, se obligó a mantenerse en pie. Al dirigir su mirada al ángel Miguel, inconsciente y caído, soltó un suspiro cansado. El mundo humano, siempre tan retorcido, había dado lugar a horrores que solo se podían concebir en pesadillas. En su mente, culpaba a la humanidad por todo el caos que ahora los envolvía.
Su mirada se desvió hacia Laika, quien con un dolor visible intentaba curar a su padre, esforzándose por mantener la esperanza viva. Ahiram, con un gesto lleno de ternura, colocó una mano sobre el hombro de su hermana.
-Tenemos que ayudar a mamá -dijo, su voz quebrándose por el miedo y la desesperación.
Laika levantó la vista, con lágrimas llenando sus ojos. Sabía lo que significaba. Sabía que ayudar a su madre podría significar la muerte para ambos. Aun así, asintió, su corazón lleno de determinación, aunque temblara por dentro. Con un último vistazo lleno de dolor, dejó a sus pequeñas hermanas con su padre, sabiendo que quizás no los volvería a ver.
-Hasta el final, hermano -murmuró Laika, con la voz cargada de tristeza pero también de una feroz resolución.
-Para siempre, hermana -respondió Ahiram, apretando con fuerza la mano de su hermana. No importaba el costo; salvar a su madre, su luz en la oscuridad, era lo único que importaba.
Justo cuando se disponían a lanzarse al combate, vieron a Caín y Xion acercarse. Caín, se unió a su hermano, dispuesto a dar todo por proteger a los suyos.
-Te ayudaré, hermano -dijo Caín, su voz llena de fuerza y determinación.
-Demostremos por qué somos hijos de Lucifer, ángel caído -gritó Laika, aunque sus lágrimas seguían cayendo, su corazón estaba lleno de valentía.
Con un aleteo sincronizado, las alas de los tres se desplegaron, resplandeciendo con un brillo oscuro pero imponente. La estrategia era clara, pero el miedo también lo era. Aun así, se lanzaron hacia Lilith con todo lo que tenían, una furia nacida del amor y el deseo de proteger a su familia. Lilith sorprendida, luchaba por mantenerse en pie, intentando desesperadamente deshacerse de ellos.
