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Con un dolor profundo que le desgarraba el alma, Bellamy trajo al mundo a Ahiram, un niño hermoso con cabello blanco como la nieve y ojos azules que reflejaban el cielo. Era una perfecta mezcla de ambos padres, una joya que llenó el vacío en el corazón de Bellamy. Desde el momento en que lo sostuvo en sus brazos, supo que su vida giraría en torno a él. Ahiram se convirtió en su razón de ser, la luz que iluminaba sus días. Por primera vez en mucho tiempo, Bellamy no se sentía sola; su corazón estaba completo.

Los años pasaron en un suspiro, y Bellamy se dedicó a su hijo con una devoción total. Ahiram era todo lo que había soñado y más. Pero esa felicidad que había encontrado se desmoronó el día que Lucifer le dio una noticia que la llenó de terror.

—Nuestro hijo debe pasar por las siete puertas del infierno —le dijo, su tono firme como siempre, pero esa firmeza no hacía más que aumentar el miedo en el corazón de Bellamy.

La desesperación la invadió.

—¡No! Es demasiado pequeño, es muy pronto... —le suplicó, su voz quebrada por el miedo, el dolor ya comenzando a hacer mella en su alma.

Pero Lucifer no se inmutó, su decisión ya estaba tomada.

—Debe hacerlo —insistió, como si no entendiera el peso de lo que estaba pidiendo.

Bellamy no podía comprender por qué Lucifer quería enviar a su hijo a un lugar tan oscuro, a una prueba tan cruel. El miedo y la angustia la consumían, pero no tenía otra opción más que ver cómo Ahiram, el niño que lo era todo para ella, se enfrentaba a un destino que temía más que a la muerte misma.

El tiempo pasó, y cuando Ahiram cumplió quince años, llegó el momento de la prueba. Bellamy estaba aterrada, su corazón latía con fuerza cada día, cada noche, esperando desesperada el regreso de su hijo. Pero entonces, Lucifer volvió con la noticia que la destrozó para siempre.

—No sobrevivió —dijo, sin emoción alguna, como si esas palabras no estuvieran arrancando la vida misma de Bellamy.

Ella sintió como si su corazón se rompiera en mil pedazos, como si cada respiro fuera un cuchillo que la atravesaba. Cayó al suelo, incapaz de sostenerse, mientras lágrimas llenas de dolor y desesperación rodaban por su rostro.

—Por favor... te lo ruego... devuélveme a mi niño... —imploró, su voz apenas un susurro de agonía.

Pero Lucifer simplemente la miró con frialdad, incapaz de cumplir su ruego.

Ahiram se había ido, y con él, toda la vida, toda la alegría que Bellamy había conocido. Su mundo se oscureció, y la inmensa tristeza la envolvió, dejándola vacía, sin alma, sin razón para seguir. Su niño, su amado Ahiram, se había ido para siempre, y con él, su vida misma.

Bellamy deambulaba como un fantasma entre los vivos y los muertos, su existencia una sombra de lo que alguna vez fue. La pérdida de su único hijo había arrancado el espíritu de su ser, dejándola vacía, una mera concha de lo que solía ser. Cada día era un eco del dolor que la consumía, su corazón roto, incapaz de sanar.

Lucifer, aunque rara vez lo mostraba, tenía el corazón destrozado al ver a su amada en tal estado. No podía soportar su sufrimiento, y en un acto de desesperada compasión, le concedió lo que más anhelaba: regresar al mundo humano, lejos de las oscuras profundidades donde Ahiram había sido perdido.

En la tierra, Bellamy descubrió tanto la frialdad como la calidez de la humanidad. Al principio, el dolor la seguía, un peso que no la dejaba respirar. Pero lentamente, con el paso del tiempo, su vida comenzó a mejorar. Encontró en lo humano algo que no había conocido antes: la posibilidad de un nuevo comienzo, aunque nunca olvidara su pérdida.

Y entonces, la vida le dio un nuevo regalo, uno que ni siquiera ella esperaba. Tal vez no fue concebido con amor, al menos no de la manera en que Ahiram lo había sido, pero una vez más, Bellamy sintió la vida crecer dentro de ella. Con ese nuevo embarazo llegó una chispa de esperanza, una razón para seguir adelante.

—Su nombre será Caín —murmuró Bellamy, acariciando su vientre, mientras una determinación inquebrantable se asentaba en su corazón.

Y así, con una fuerza renovada, Bellamy protegió a su hijo hasta el final. Esta vez, no permitiría que nada ni nadie le arrebatara lo que la vida le había dado. Caín se convirtió en su todo, en el motivo de su existencia, y con cada latido de su corazón, juró que esta vez sería diferente. Esta vez, lucharía con cada fibra de su ser para protegerlo, para asegurarse de que nunca tuviera que enfrentarse al mismo destino que Ahiram.

Bellamy, rota pero no derrotada, encontró en Caín una razón para seguir viviendo, una nueva esperanza en medio de su dolor eterno.








Hola, ya a dos o tres capítulos del final, gracias por leernos, estamos agradecidos y los invitamos a leer en nuestro perfil, la herencia es un libro omegavers, es muy bueno.

Nos vemos en el siguiente capítulo

Libranos de todo mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora