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El Fuego del Alma y el Mar de Almas

Mi alma arde. ¿Dónde están esos ojos que me queman? Mujer, vuelve a amarme. Necesito de tu calor. Cántame al oído, amor. Quema mi interior. No sueltes mi corazón. No dejes que me ahogue.

Qué mundo tan bello. Tan celestial.

Oh Dios, construye un mundo ideal.

Los ángeles revoloteaban por el lugar mientras reían y conversaban. El arcángel Gabriel observaba todo a su alrededor. Le quemaba que el cielo estuviera en paz mientras la tierra estaba ensangrentada y llena de oscuridad.

—¡Rápido, vamos con Rafael! —dijo el castaño, mirando a Miguel.

Entraron a los arcos del destino y se encontraron con una puerta gigante. Avanzaron con precaución, sabiendo que Rafael era un tanto loco con sus inventos.

—¡Rafael! —gritó el castaño.

Un ruido sordo hizo que se asustaran, y vieron cómo un cuerpo caía.

—¿Rafael? —preguntó Miguel.

El arcángel se levantó, golpeando la nariz de Miguel.

—¡Auch! ¿Qué haces? —preguntó el arcángel Rafael.

—No, ¿qué haces tú? —se tocó la nariz—. Casi me dejas sin nariz.

El arcángel lo miró con sus ojos celestes.

—Oh, es que un experimento me explotó en la cara —los arcángeles vieron rastros de ceniza en la cara de su compañero—.

—¿Qué hacías? —preguntó el castaño, curioso.

—Ah, pues... Pólvora para unas cosas —le sonrió inocente.

Miguel le dio un golpe en la nuca.

—¡Qué te dije sobre la pólvora! —lo regañó.

—Ya sé, ya sé, pero es que está cautivadora —le sonrió—. Y no es porque no los quiera aquí, pero, ¿qué hacen aquí?

Gabriel suspiró cansado. Este loco es un gran arcángel, no obstante, le falta un tornillo.

—Oye, tenemos que hablar —dijo el castaño, deteniendo las excusas del celeste.

—¿De qué? Si es sobre la explosión en el lago celestial, fue culpa de Chamuel.

—Así que fuiste tú, yo pensé que había sido Uriel —le dio un golpe.

Gabriel, ya cansado, suspiró mirando el techo.

—Después hablamos de eso —intervino de nuevo—. Rafael, hay algo que debemos preguntar.

—¿Qué tan posible es encontrar un alma en el mar del destino? —preguntó Miguel.

El de ojos celestes se quedó mirando con la boca abierta ante la pregunta. El mar de las almas es el lugar donde descansan esperando el juicio, único acceso al cielo.

—Estás loco, entrar al mar de almas —respiro con angustia—. Lo tenemos prohibido, incluso los querubines.

El arcángel comenzó a caminar de un lado a otro, pensando y balbuceando.

—¿Estás seguro de que él puede ayudarnos? —preguntó el de ojos celestes.

—Es nuestra única esperanza...

—¡Lo haré! —intervino en la discusión de sus compañeros—. Sé cómo entrar y también cómo encontrar las almas fácilmente.

—¿Estás seguro, Rafael? —le preguntó el castaño.

Libranos de todo mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora