Extra 8

6 1 0
                                    

Bellamy caminaba de un lado a otro en la habitación, su nerviosismo palpable en cada paso. Su corazón latía con fuerza, un presentimiento oscuro llenaba su pecho, algo no estaba bien. La ansiedad la consumía mientras intentaba encontrar calma, pero era inútil. Algo terrible había ocurrido.

—¡Laika, Ahiran! —gritó ansiosa, su voz cargada de preocupación.

En un instante, sus hijos aparecieron, sus rostros reflejando la misma preocupación al ver a su madre tan alterada. Laika, el mayor, fue el primero en acercarse, tomando las manos de su madre entre las suyas.

—¿Qué pasa, madre? —preguntó Laika con suavidad, intentando transmitirle algo de calma.

Bellamy lo miró con una mezcla de temor y urgencia, su voz temblando ligeramente mientras hablaba.

—Hijos, tenemos que ir al mundo humano. Algo ha pasado, lo presiento. Tu padre y tus hermanos están en peligro —dijo, sus palabras cargadas de preocupación.

Ahiran, sin dudarlo, asintió con seriedad y salió de la habitación para prepararse. Sabía que el tiempo era crucial, y no podían permitirse un solo segundo de retraso.

Bellamy, aún sosteniendo las manos de Laika, lo miró fijamente, su expresión endureciéndose con una autoridad que rara vez mostraba.

—Laika, si es necesario, salva a tus hermanos y huye —le ordenó, con un tono que no admitía discusión.

Laika asintió, pero antes de que pudiera decir algo, las pequeñas Leira y Liera llegaron corriendo al lado de su madre. Sus rostros estaban serios, determinados.

—Nosotras también iremos —dijeron al unísono, con una firmeza que no reflejaba su juventud.

Bellamy las miró con un dejo de ternura, pero también de preocupación.

—No, están muy pequeñas. Vuelvan a su habitación —les ordenó con suavidad, pero sin desviar la mirada.

Sin embargo, las niñas no se movieron, su resolución era evidente. Laika intervino, sabiendo que discutir en ese momento solo les haría perder tiempo.

—Ellas ya son capaces de hacer tratos humanos, mamá —dijo, intentando convencerla.

Bellamy suspiró, consciente de que sus hijas no iban a ceder. Finalmente, asintió con resignación.

—Bien, está bien. Vamos rápido —dijo, y con eso, la familia se preparó para enfrentar lo que fuera que los esperaba en el mundo humano.

Al salir de la última puerta, los hijos de Bellamy se detuvieron por un instante, sus ojos abiertos de par en par mientras contemplaban la majestuosidad de su madre. Con un solo movimiento, Bellamy desplegó sus alas puras, blancas y radiantes, un contraste sorprendente contra el cielo oscuro. La luz se reflejaba en ellas, haciendo que cada pluma pareciera brillar con una intensidad celestial.

Los hermanos la miraron con asombro, conscientes de que estaban presenciando algo extraordinario, una manifestación del verdadero poder y naturaleza de su madre. Bellamy les devolvió la mirada, sus ojos llenos de determinación y amor.

—Vamos, hijos míos —les dijo con una voz firme pero cálida, infundiendo confianza en sus corazones.

Bellamy suspiró profundamente, llenándose de aire y de la fuerza que sabía necesitarían para lo que estaba por venir. Con un último vistazo a sus hijos, dio un paso adelante y se lanzó al mundo humano, sus alas extendidas como un símbolo de su poder y su protección.

La luz del sol la envolvió al instante, bañando su rostro en un resplandor dorado. En ese momento, se sintió plena, como si cada parte de su ser estuviera en armonía con el universo.









Libranos de todo mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora