EMMA
Ya había pasado más de una semana, desde que había ido a montar con Enzo. No lo he visto desde entonces. Y no eh vuelto a salir ya que me a entrado un bajón emocional. Me eh pasado acostada en mi habitación desde entonces, incluso mi alimentación a empeorado.
Decido levantarme de la cama e ir al balcón de la habitación, puedo ver el potrero y un bello atardecer escondiéndose en las hojas de los árboles.
Me doy la vuelta volviendo a mi habitación, entró al baño y salgo luego de 25 minutos. Me colocó un vestido de color blanco y me siento en el espejo frente a mi. Empiezo a peinar mi cabello y luego lo trenzo el en una trenza de un lado.
Decido salír de la habitación y bajar asta la cocina, busco una manzana en la nevera y la tomo, mientras voy de vuelta a mi habitación, cojo el libro que está en la estantería de la esquina y salgo hacia la parte trasera de la casa donde hay una hamaca, me acuesto en ella y luego disfruto de mi manzana.
Cuando termino la manzana me acuesto cómodamente en la hamaca y me dispongo a leer de mi libro, cuando voy por la segunda página empiezo a sentir los ojos pesados, hasta que pierdo la conciencia y caigo en un sueño profundo.
***
Siento que alguien me carga en sus brazos pero me siento con tanto sueño que apenas y abro los ojos.
Hasta que soy consciente de que no sé quien me esta cargando, abro los ojos despacio asta que reconozco la barba de Enzo.
— Hasta que por fin despiertas bella durmiente –Dijo él mientras subía las escaleras de una casa.
Me di cuenta de que no era la mía por que era diferente.
— ¿Donde estamos?—Pregunte.
— En mi casa — Dijo él con toda la tranquilidad del mundo.
— ¿ Y por qué no me as llevado a la mía?— Dije frunciendo el ceño.
— Por qué le dije a tu familia que estabas conmigo— Dijo él con una sonrisa.
Yo me di cuenta de que seguía en sus brazos y me entró la inseguridad.
—Puedes bajarme por favor, creo que puedo caminar perfectamente—. Dije con un nudo en la garganta.
Él no me prestó atención y siguió caminando como si llevara una pequeña bolsa de sal, subió las escaleras como si nada y entró en una habitación la cual supuse que era la de él. Me dejó en su cama.
— ¿ Qué se supone que estoy haciendo aquí?— Pregunté incrédula.
El se quitó la camiseta que tenía puesta y la tiró al cesto de ropa sucia, mientras se acercaba y sentaba en la esquina de la cama. Mi mirada se perdió en su cuerpo, valla que tenía un cuerpo perfecto, tenía unos pectorales de infarto y unos brazos bien formados.
—Bueno no sé tu qué quieres hacer — Dijo en un tono coqueto.
Yo me levanté de la cama, tratando de esconder mi sonrojo y fui a ver un montón de llaves que tenía colgadas en la pared. Una vez estuve cerca me di cuenta de que eran de autos. Me quedé con la boca abierta y di media vuelta, pero hubo algo, bueno más bien alguien que tapó mi vista, lo único que miré fueron dos pares de pezones que estaban frente a mí, levanté la mirada y me encontré con esos ojos azulados con verde, mi mirada bajó a sus labios y en ese momento pensé (¿Que se sentirá darle un beso?). Sacudí mi cabeza y di un paso atrás.
—¿Son llaves de verdad?— Fue la pregunta más tonta que pude haber dicho en mi vida.
En ese momento me dieron ganas de desaparecer, empecé a mover mis manos nerviosa, él soltó un risa mientras asentía con la cabeza.