Capítulo 3

247 43 18
                                    

Si estás disfrutando de la historia, no olvides dejar un voto y/o un comentario. Sería hermoso que la historia crezca en la plataforma y eso solo puedo lograrlo con la ayuda de ustedes. ¡Gracias! ♥ 


DALTON

Intuyo que mi hermano está hambriento, así que preparo un típico desayuno americano. Café, huevos, bacon y tortitas con jarabe de arce. Mientras cocino, Frankie se divierte con Benji que, de inmediato entró en confianza y mueve la cola de alegría de un lado a otro. Intenta robar algún que otro pedazo de bacon, pero mi hermano lo entretiene tirándole una pelota de tenis con la que juega a diario.

En cuánto sirvo todo en la mesa, Frankie comienza a alimentarse. No me equivoqué. El chico tiene un gran apetito. No puedo dejar de pensar que, aunque estuvimos ocho años lejos, es como si nunca nos hubiéramos separado. No podría ir a otra parte sin él.

—Está buenísimo, Dalton. ¿A dónde aprendiste a cocinar?

—Tomé clases. En prisión —comentó rápido.

—Olvidé la última vez que comí algo tan delicioso —expresa. Luego, degusta otro bocado con ganas.

Al terminar, el plato está limpio. No ha dejado ni una sola miga. Me hace cuestionar si mis padres se encargan de él. La respuesta probable es «no». No lo hacen. Ellos nunca hicieron las cosas bien. ¿Por qué lo harían ahora? Ambos son un caso perdido que no hacen más que arrastrarse a la mierda el uno al otro. Mi abuela intentó rescatar a mi madre de aquel mundo, lo hizo varias veces, pero al final entendió que es imposible ayudar a quien no quiere ser ayudado. Así que se encargó de mí, tanto como mis padres se lo permitieron y más. Ella me alimentó, procuró que tuviera una educación básica y que los malos hábitos de los Sawyers no se me pegaran.

—¿Quieres algo más? —ofrezco.

Él niega.

—Iré a jugar con Benji.


•✦• ❀ •✦•


Me siento en una escalinata del pórtico. Observo a Frankie correr de un lado a otro, mientras Benji lo persigue alborotado. Sonrío. Mi hermano se ganó el cariño de mi mejor amigo en un parpadeo. Contemplo la inmensidad del espacio verde que se mezcla con las tonalidades naranjas de las hojas secas, el cielo despejado teñido de celeste y el sol brillando en su punto más alto. Aún no puedo creer que esté libre. Poder hacer lo que sea, en cualquier momento. Trabajar. Salir. Practicar deportes. Dar largos paseos con Benji.

Recordar lo que me gustaba hacer cuando estaba en libertad. Ojalá adaptarme a esta nueva realidad fuese así de sencillo. La verdad es que resulta aterrador tener que integrarme a la sociedad.

Una fuerza externa me paraliza.

—¿Cómo es la cárcel? —la voz de Frankie irrumpe el silencio.

—¿La cárcel? Apesta —resumo—. Es una experiencia que no le deseo a nadie.

—Cuéntame algo más —pide, pero no estoy listo para ahondar sobre eso.

Frankie se sienta sobre la gramilla, se inclina apoyado sobre sus codos y estira las piernas como si estuviera a punto de oír un cuento. Benji revolotea a su lado, finalmente se tranquiliza cuando él lo acaricia. Me llama la atención su aspecto desaliñado y la cajetilla de cigarrillos que se asoman de su bolsillo.

—¿Fumas? —indago. Él nota la cajetilla a la vista y enseguida la esconde por completo en el bolsillo.

—A veces.

Las heridas que sanamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora