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CASSIA
Llevo un rato largo prestando atención a los movimientos de Dalton. Lo he visto acercarse a las personas mientras buscaba entablar una conversación pero todos se encargaban de evitarlo. En un principio, creí que intentaba vender algo. No lo sé. La gente se pone de malhumor cuando alguien trata de ofrecer algo que no tienes el mínimo interés en comprar. Sin embargo, la situación cambió desde el momento en que encontré su mirada tímida. Percibí el modo en que luchó por expresarse sin titubear. Luego, noté que había escrito los volantes uno por uno y mi corazón sufrió un vuelco. Su caligrafía no es la mejor, pero es evidente lo mucho que se esmeró al hacerlos.
No es justo que lo ignoren.
De pie sobre la banqueta, miro hacia el encargado de la música.
—¿Puedes bajar el volúmen?
—Sí, por supuesto señorita.
—Gracias —deslizo una sonrisa rápida—. Por favor, necesito que todos hagan silencio —elevo la voz. Uso mis dotes de profesora de adolescentes que tienen dificultad para cerrar la boca.
—¿Y la música? —alguien se queja.
—Después de que me escuchen, tendrán su música —indico—. Escuchen, Dalton perdió a su perro. Benji. Es similar a un yorkshire terrier, color café. Lleva un collar rojo y tiene una cicatriz mediana en la oreja izquierda —resumo lo que explica el boletín—. Sería útil si pudieran aportar cualquier dato u información sobre el animal. Muy bien. Gracias por escuchar. Puedes subir el volumen si quieres.
La música hace que vibren los altoparlantes. De un simple movimiento, regreso a sentarme en la banqueta y sufro un bajón de adrenalina, caigo en la cuenta de lo que hice. Alcé la voz frente a una multitud de personas que ahora comparten risas de complicidad. Dalton tiene la mirada sobre mí junto a una sonrisa sútil pero que parece honesta y le sienta sumamente bien. Al instante, percibo mis mejillas calientes y mi valentía acurrucarse en un ovillo pequeño. Me pregunto si habré hecho el ridículo. Debe estar pensando que soy patética.
—Vaya, así que la niña delicada tiene personalidad —bromea Seth, uno de los muchachos que está frente a mí—. Te ves linda enfadada —agrega en un tono burlón.
Dalton da un paso al costado, se interpone entre nosotros y lo quita de mi vista. Apoya con firmeza su mano hecha puño a una orilla de la mesa. Respira con pesadez. Su espalda está tensa. Si no tuviera tan mala intuición diría que está a punto de darse la vuelta y golpear a Seth.
—Gracias, Cassia —pronuncia— No tenías que exponerte.
—¿No?
—Podía arreglarlo por mi cuenta.
—No parecía, Dalton —digo con honestidad. Prácticamente elegí hacer el ridículo frente a la mitad del pueblo pero a él parece no importarle—. A veces no está mal dejarse ayudar.
—Creo que he visto a tu perro —interviene una mujer tras mi espalda. Se mantiene alejada. La mirada de Dalton cobra vida de inmediato—. Cruzando el puente. En la última casa al final de la carretera —explica rápidamente—. Es todo lo que sé —finaliza y dispara a su sitio.
—Eso fue... —resopla—. Ni siquiera pude agradecerle —dice preso de su asombro—. Tengo que irme.
Pasa de mí, camina sorteando mesas y, finalmente, encuentra la salida. Suspiro mientras pongo la vista en el mojito que está a punto de acabarse. Es el tercero que bebo en la noche. Puede que no esté completamente consciente pero, ¿qué más da? No está mal perder la cabeza de vez en cuando.
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Las heridas que sanamos
RomanceCassia y Dalton están rotos. Ninguno planeó enamorarse pero tras conocerse nada volverá a ser lo mismo. ♡♡♡ Cassia tiene el corazón herido. El único novio que tuvo en toda su vida se lo rompió. Dispuesta a sanar, decide regresar al pueblo donde n...