Capítulo 22

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DALTON

Antes de salir a trabajar, me detengo en seco frente al sofá. Frankie está recostado en silencio con un libro abierto entre las manos y Benji descansa a su lado. Arrugo ligeramente el ceño e intento descifrar qué lo tiene tan concentrado. «El Jardín Secreto» leo en letras blancas sobre la portada verde menta. Me despido rápidamente de ellos y camino hacia el trabajo, aún preso del asombro. Es un hecho que algo está cambiando en mi hermano. Lleva varios días pasando la mayor parte del tiempo en mi casa o en el colegio, lo encontré un par de veces haciendo tareas en la mesa del comedor y es la segunda vez que lo encuentro leyendo —la primera vez lo hallé en las escaleras del pórtico—. Es increíble como su carácter —que días atrás parecía indomable— de pronto se apaciguó y está dispuesto a seguir el camino correcto.

Es como si alguien lo hubiera hechizado.

No sé qué hicieron en el instituto pero, sea lo que sea, ha sido mágico.


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Sawyer —llama el gerente—. Esta noche trabajas dentro —menciona, indicando que zona debo vigilar—. Recuerda, demasiado borrachos y violentos, fuera. No pueden tocar a las chicas que bailan, a menos que ellas se lo pidan. De lo contrario, fuera.

Acato la orden. La fijo en mi mente.

Me saco la chaqueta de abrigo, la dejo en el locker y en seguida ocupo el lugar. No me toma demasiado tiempo adaptarme. Aunque si pudiera elegir, preferiría estar fuera. Las noches todavía son frías pero el cielo estrellado y la brisa que anuncia primavera son sinónimo de libertad. Dentro, la gente —en su mayoría hombres— acaparan cada rincón del antro, el ambiente es caluroso y la ansiedad de permanecer tantas horas entre cuatro paredes va en aumento. Resoplo algo agobiado, pero diciéndome a mí mismo que todo estará bien. Mi turno acabará pronto. Sin embargo, todos mis sentidos se disparan cuando distingo a la chica pelirroja que lleva un vestido elegante en medio del tumulto. Parpadeo. ¿Es un sueño?

De todos los sitios donde imaginé cruzarme a Cassia, este era el último. Es como si un ángel se hubiera colado en el infierno.

Mientras avanza entre la marea de gente, los hombres la miran con desdén. Más de uno larga halagos inapropiados y vitorean. Frunzo el entrecejo, todavía desconcertado por su aparición, entonces distingo al tipo que sujeta su mano.

Seth Donovan.

Ese imbécil.

Recuerdo las palabras desagradables que mencionó aquella vez cuando lo oí hablar de Cassia. La sangre me hierve. No sé por qué está con ese tipo. Tampoco entiendo por qué le pareció una buena idea traerla a este antro. Esto no es un sitio para una chica. Solo una persona con la mente retorcida la traería aquí.

Salgo tras ella con urgencia; tengo el corazón en la garganta. Avanzo con prisa, esquivo torpemente a cada uno que se interpone en mi camino procurando no perderlos de vista. Finalmente los veo posarse en el mostrador de madera —similar al de una taberna—. Ella se inclina con los codos apoyados en la superficie, mientras Seth le rodea la cintura de forma descarada. Luce aturdida.

Ey, ¿Cassia?

Ella voltea a verme de inmediato.

Ey, ¡Dalton! se aproxima de un modo efusivo y me da un abrazo. El contacto repentino me llena de tensión. No es un gesto que acostumbro recibir. Sus brazos rodean mi cuello, su cuerpo se pega al mío y su boca se aproxima a mí oído. Por favor, no me dejes sola susurra.

Las heridas que sanamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora