Capítulo 23

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CASSIA

Intenté recomponerme en el baño. Lavé mi rostro con agua fría para despejarme. Cerré los ojos y conté las respiraciones, apaciguando las ganas de vomitar. Habría sido humillante. Cuando salí, mareada, medio perdida y muerta de frío, Dalton estaba aguardando fuera. Poco después, tomó su chaqueta y me arropó de un modo tranquilizador. En seguida percibí la calidez que desprendía la prenda; suave y con su aroma característico. Mientras caminaba, tenía la sensación de estar transitando por arenas movedizas aunque cada vez que estaba a punto de caer, dos brazos me sostenían con firmeza y lo impedían. La situación mejoró cuando pisé el exterior y luego, nos metimos en un vehículo donde la sensación de seguridad se acrecentó. Dejé caer la cabeza sobre el hombro de Dalton y se sintió tan natural, como si lo hubiera hecho miles de veces antes. Cerré los ojos, pero me mantuve despierta. Experimenté un cosquilleo interno cuando él habló, le dio una indicación al chofer que olvidé porque en aquel instante solo supe concentrarme en su tono ligeramente áspero, tan duro con los demás pero tan dulce conmigo.

¿Tienes la llave? pregunta. Aún me sostengo de su hombro. Hurgo la pequeña cartera que traigo colgada, la encuentro y se la extiendo. El mareo es intenso. Dalton enseguida abre la puerta. Bueno. Ya estás en casa. ¿Dónde está tu habitación?

En el segundo piso.

De acuerdo estudia el interior. Luego, me sujeta por la espalda y me anima a seguir.

Caminamos a oscuras. En silencio. Atravesamos la sala principal, hasta alcanzar las escaleras. Sus manos se afirman a mí alrededor para subir los escalones, se lo agradezco con una sonrisa de alivio porque, de otra forma, no sé cómo lo habría hecho.

Quizá amanecería en el sofá.

Aquí es —indico. Entramos. El cierra la puerta tras su espalda. Suspiro de alivio cuando finalmente me siento al borde de la cama, aunque todavía el mundo da vueltas. Es extraño. Nunca me había sentido así, perdida, confusa y con ganas de reír.

Lo hago. Río e intento cubrirme la boca para no causar ruido.

¿Cassia? ¿Estás riendo?

—No puedo creer que lo hice.

—¿Qué?

—Ponerme borracha.

La próxima vez busca gente de confianza. Seth es un peligro, Cass. Pudo haber pasado algo grave.

Pero no pasó porque tu estabas ahí, Dalton sostengo su mano. Tiro de él hacia la cama. Gracias por todo lo que hiciste por mí. Me salvaste.

Aunque lo haría mil veces más si fuera necesario, intenta no repetirlo pronuncia con un ligero tono divertido mientras aparta algunos mechones que caen sobre mi rostro. Tengo que irme. Descansa, ¿si?

Quédate —pido. En cuánto escucho que debe irse, mis ojos se llenan de lágrimas. No sé por qué. Es una reacción exagerada e impulsiva, pero que nació de mi interior después de todo. Supongo que el alcohol potenció mis emociones, incluso las oscuras. Por favor, Dalton. No quiero estar sola.

Diablos, Cassia. Me meterás en un lío gruñe por lo bajo. Sin embargo, eso significa que se quedará. Puedo quedarme hasta que te duermas.

Las heridas que sanamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora