Capítulo 7

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CASSIA

No consigo probar bocado durante el almuerzo. Tiendo a perder el apetito cuando me siento triste. En silencio, me retiro de la mesa y voy directo a la cama. Me dejo caer como una persona que tiene demasiado peso sobre sus hombros. El peso de la vida. El peso de un corazón roto. Veinticuatro horas atrás tenía la firme decisión de comenzar una nueva vida. Estaba segura que mi familia me apoyaría. Sin embargo, todo lo que encontré al llegar, fueron reproches. Todos creen saber lo que debo hacer, pero ninguno se ha detenido a preguntarme qué es lo que necesito. Recojo el móvil que está sobre la mesita de luz y lo enciendo. Trece llamadas perdidas de Jared. Dieciséis mensajes de texto.

Abro un mensaje.

Jared: ¿a donde te metiste? me preocupas

Luego otro.

Jared: no voy a renunciar a ti, no pienso hacerlo.

Entonces, cierro la aplicación y apago nuevamente el móvil. Prefiero estar desconectada. En antiguas peleas, Jared siempre encontraba las palabras justas para hacerme regresar a sus brazos. Palabras mágicas, promesas vacías, nada sólido. Es difícil ignorarlo, pero no puedo retractarme de lo que elegí. «Contacto cero» repito. Me inclino de costado, hundo parte de la cabeza en la almohada y observo el exterior a través del ventanal. Las colinas teñidas de diversas tonalidades de verdes, las copas de los árboles se mecen al ritmo suave del viento y alguna que otra ave revolotea a su alrededor. ¿Qué voy a hacer? Las lágrimas caen a través de mis mejillas, tocan la funda blanca de la almohada y se convierten en una redondeada mancha de humedad. Después de todo lo que lloré durante el viaje, pensé que me había quedado sin ellas.

—¿Crees que puedes venir a decirme cómo tengo que tratar a mí hija? Estás completamente equivocado —escucho la voz de mi padre a la distancia. Está enfadado. Rápido, salgo de la cama e intento encontrar el origen.

Proviene de su oficina.

No debería hacerlo, pero lo hago. Pego la oreja a la puerta como una cotilla.

—Es una sugerencia, Patrick —habla Rhys en un tono calmo.

—Una sugerencia que no te pedí —responde—. No corresponde que te entrometas en cuestiones familiares.

El corazón se me encoge ante el modo que papá aparta a Rhys de la familia. Lo hace a un lado. ¿Por qué? Lleva trece años siendo su hombre de confianza. Siempre demostró fidelidad ante nosotros. Es como un hermano para mí. Detesto la manera en qué lo trata. Estoy dispuesta a interrumpir, pero Debra lo impide, me sostiene del brazo y tira de mí.

—Vamos, cariño. Hablemos fuera —me guía hacia las escaleras.

—No. Tengo que arreglarlo —insisto—. Es mi culpa. Esta mañana le pedí a Rhys que convenciera a papá de quedarme aquí.

—No te preocupes. Ellos se entienden, Rhys sabe que tu padre es muy terco —me tranquiliza. Al mismo tiempo, caminamos hacia el exterior y salimos al patio trasero. Un largo camino de piedras grisáceas marcan la dirección hacia el establo—. El violeta te sienta fantástico, Cassia.

—Gracias —me encojo de hombros—. No entiendo por qué papá se esfuerza tanto por alejarme —digo resignada—. Pensé que estaría feliz de verme.

—Cielo, tu padre solo quiere lo mejor para ti. Él está convencido de que tendrás más posibilidades de ser exitosa fuera de este pueblo. Y es cierto, en otras partes hay más oportunidades de construir una gran carrera. ¿No lo crees?

Las heridas que sanamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora