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CASSIA
La sangre sube hasta mis mejillas y se tiñen de color bordó. No puedo creer lo que está pasando. Una llama de coraje se enciende en medio de mi pecho, aprieto los puños y creo que podría golpear a Rhys por hacerme quedar como una niña sobreprotegida. No necesito que nadie vigile mis pasos. ¿Cuándo entenderán que no pueden controlar mi vida? Rhys se mantiene en el interior del vehículo, sin embargo, percibo una extraña tensión entre él y Dalton, que observa la situación como si fuera una escena divertida.
—Vamos, Cassia. Sube —ordena Rhys.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Tengo que llevarte a casa —responde—. Órdenes del jefe, o sea, tu papá —explica cumpliendo con su trabajo.
Comprendo que no se rendirá. Si no me meto a la camioneta, irá detrás el resto del camino hasta conseguirlo. Hay una simple razón por la cual mi padre considera a Rhys su mano derecha: siempre obtiene todo lo que le pide.
Aprieto los dientes, luego, suspiro resignada.
—Tengo que irme —anuncio lo que es evidente—. Ven. Podemos llevarlos a casa, ¿cierto Rhys?
—No soy chofer de tus dudosas compañías, princesa.
Dalton ríe ligeramente. La broma no me causó gracia pero, ver su expresión sonriente me hace dar cuenta de la repentina luz que habita en sus facciones. Por lo menos, él sonrió. Y eso siempre es algo bueno, sobre todo cuando se trata de personas atormentadas y tristes.
—Olvídalo. Vuelve a casa.
—¿Estás seguro?
—Sí. Ya hiciste demasiado por mí.
Me hundo en el asiento de acompañante, Rhys acelera y pierdo de vista a Dalton, que se introduce en la oscuridad de lo que resta del puente. Una sensación de impotencia se expande a través de mi pecho. La decepción de haber estropeado algo que deseaba. Sí. Quería esa caminata de vuelta con Dalton. Ni siquiera entiendo por qué; solo sé que llevaba tiempo sin experimentar esa alegría genuina que sentí cuando lo vi salir con Benji en sus brazos. Rhys, enmudecido, estira la mano y enciende el reproductor. Una canción de los Rolling Stones suena, él comienza a tararear el estribillo y entonces, lo apago en seco.
—¡Ey! ¿Qué haces?
—Papá te pidió que me siguieras, ¿no?
—Sí —admite sin rodeos—. Te seguí. Te vi entrar a ese bar con tu amiga.
—Bethany.
—Bueno, esa. Luego, te perdí el rastro. Entré al bar y ella me dijo que te habías marchado con Dalton. Tienes que tener más cuidado, Cassia.
Aprieto los dientes, impotente. Sé que por más que me esfuerce o luche contra él, no conseguiré nada. Rhys actúa bajo las rigurosas órdenes de mi padre, contradecirlo sería perder su trabajo y comprendo que necesita el dinero. Aunque existe un detalle que me llama la atención. Rhys, además de ser un excelente empleado, siempre ha sido como un hermano protector conmigo.
¿Por qué está tan relajado si se supone que Dalton es un hombre peligroso?
—No estás preocupado.
—¿Qué?
—Te conozco, Rhys. Dalton no es un problema.
—Cassia, aléjate de él. No te conviene.
Pongo una sonrisa ligera.
—Es inofensivo, ¿cierto?
—Escucha, no vuelvas a hacer algo así. ¿Está claro? Si Patrick se entera, le dará un ataque al corazón.
—Es inofensivo —reafirmo ante su falta de contradicción. Es como si no pudiera decir nada realmente malo sobre él.
—Olvídate de él —pronuncia con determinación.
Permanecemos en silencio hasta llegar a la estancia. Dentro, Rhys estaciona el auto en la zona de aparcar y se marcha a su departamento, que está dentro de la estancia. Es una casa modesta que mi papá construyó para los empleados, aunque actualmente Rhys es el único que la utiliza. Sigilosa, camino escaleras arribas hasta mi habitación. No tengo ánimos de hablar con nadie, mucho menos con mi padre. Podría decirle cosas hirientes que prefiero mantener en mi interior hasta encontrar calma. Sé que, en cierta forma, él intenta protegerme. Pero necesita entender que hace mucho tiempo dejé de ser una niña, ya no tiene poder de decisión en mi vida.
Cierro la puerta.
Aún llevo la sudadera negra de Dalton. Es tan cálida y suave que no quiero quitármela. Paso los brazos a mí alrededor y me sostengo por los codos. Hago eso cada vez que necesito un abrazo y no tengo a quien pedirselo —algo que ocurre bastante a menudo—. Bajo la cabeza e inconsciente, aspiro el aroma que desprende la prenda. Huele a una fragancia amaderada, fuerte y embriagadora.
«Esto es malditamente adictivo».
Dios, no. No puedo estar teniendo esa clase de pensamientos.
Antes de quitarla, hurgo los bolsillos. Encuentro uno de los boletines que él mismo escribió. Mis dedos delinean la tipografía que me recuerda a la de un niño, lo que me hace sonreír. Después, bajo la vista hasta su número de teléfono.
«Olvídalo».
Dejo el papel sobre la mesita de noche. Me quito la sudadera. Después, voy directo al baño y tomo una ducha rápida. Tras salir, me coloco las cremas, el pijama y voy directo a la cama. Tengo el móvil en la mano cuando echo otro vistazo al boletín.
Cassia: Hola. ¿Qué tal la vuelta a casa?
Cassia: Tengo tu sudadera.
(...)
No puede ser. Lo hice.
Esto no está bien.
Es probable que Dalton crea que soy una loca obsesionada. Tendría sentido que lo haga. Entiendo que no conteste, pero lo hace. El móvil vibra unos minutos después.
Dalton: todo bien, tú?
Dalton: te la puedes quedar
Cassia: Bien. Lamento lo de Rhys.
Cassia: ¿Seguro que no la necesitas?
Dalton: no. no te preocupes, saluda a rhys de mi parte
Cassia: Quizá podríamos encontrarnos y te la devuelvo.
Dalton: no sé, te parece buena idea?
Cassia: Sí.
Cassia: Mañana. 4 pm. En el café que está frente a la plaza del centro. ¿Te parece bien?
Dalton: de acuerdo
Dalton: rhys también viene? podemos invitarlo directamente, así le evitamos que tenga que vigilarte. debe ser un trabajo duro
Cassia: Claro que no vendrá, tonto. Eso de vigilarme no volverá a ocurrir. Nos vemos mañana
Dalton: nos vemos, que descanses
Cassia: Tú también, descansa.
Una extraña sensación causa un leve hormigueo en medio de mi estómago. Dejo el móvil sobre la mesita de luz. Luego, me pierdo bajo las mantas y cierro los ojos, un fallido intento de conciliar el sueño. Mi mente se convirtió en un torrente de pensamientos que no se detienen.
«¿Qué estoy haciendo?».
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Las heridas que sanamos
RomanceCassia y Dalton están rotos. Ninguno planeó enamorarse pero tras conocerse nada volverá a ser lo mismo. ♡♡♡ Cassia tiene el corazón herido. El único novio que tuvo en toda su vida se lo rompió. Dispuesta a sanar, decide regresar al pueblo donde n...