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La vida me dio un giro de 180 grados desde el momento en que decidí ir al río aquel día.

Los días transcurrían con una rapidez insólita. A pesar de que no tenía mucho que hacer en aquella cueva, todo parecía acelerarse repentinamente para mí.

Aquel enigmático sujeto no había vuelto; llevaba más de un mes fuera y no tenía la menor idea de su paradero. La idea de que realmente era el rey demonio aún parecía irreal, pues no podía aceptarlo, a pesar de aquellas llamas azules que lo rodeaban y sus oscuras alas. Jamás pude comprender verdaderamente lo que era.

Para mí, los primeros días fueron simplemente un sueño, o al menos eso deseaba. Pero con el paso del tiempo, comencé a aterrizar en la realidad y a darme cuenta de que podría ser cierto lo que él decía.

Como mencioné, al principio no lo creí, pero aún así tenía miedo solo de la idea de salir o escapar. Por eso, fue realmente sencillo mantenerme cautivo en ese lugar, ya que ni siquiera pensaba en huir.

Un mes después de su desaparición, comencé a sentirme terriblemente mal. No tenía ánimo para ponerme de pie, mi cabeza daba vueltas y, aunque tenía suficiente comida, no tenía apetito y comenzaba a sentir malestar en mi vientre.

Por un momento, creí que iba a morir solo en aquel lugar, sin nadie a mi lado, creyendo que realmente no podía escapar porque podría morir. Pero en esos momentos, cuando finalmente quería escapar, no encontraba las fuerzas suficientes.

Dos semanas después, él volvió. En una noche fría, escuché sus pasos sobre el suelo arenoso, mientras aquella radiante luz azul se abría paso en la oscuridad, y sus ojos azul eléctricos se fijaban en mi demacrado cuerpo.

—¿Casi dos meses? —logré susurrar con voz rota, como si le reclamara por haberme abandonado en ese lugar después de haberme capturado.

Aquel hombre no dijo nada, simplemente se acercó a mi lado, tomando mi cuerpo frío entre sus brazos. De repente, sentí un calor profundo invadirme y mi cuerpo dejó de temblar.

—Tengo muchas cosas que hacer —dijo con desgano, mientras su cuerpo proporcionaba calor al mío.

—Me siento muy mal —me quejé, como si él pudiera hacer desaparecer el malestar así como el frío.

—Veamos qué pasa.

No dijo nada más, tampoco me preguntó qué tenía, y su mirada permanecía fija en la entrada de la cueva, sin la menor intención de mirarme a mí.

—¿Por qué? Me has capturado sin razón aparente. Solo me tienes aquí sin hacer mucho.

Me ignoró por completo, como si mi existencia fuera nula para él, como si no deseara estar en aquel lugar y simplemente quisiera irse de inmediato.

Me enfurecí, quería alejarme de él, pero no encontraba ánimo para hacerlo.

Al día siguiente ya no estaba a mi lado. No sé en qué momento me dormí después de aquella indignación, pero cuando desperté, la luz de la mañana se colaba por la entrada y podía escuchar a los pájaros cantar alegremente.

Mi pecho se oprimió con fuerza, mientras mis pies descalzos intentaban hallar equilibrio para ponerme de pie. Fue entonces cuando lo vi.

A unos metros de mí, había una pequeña olla de la cual escapaba humo, como si hace poco hubiera sido apagada y ahora simplemente se estuviera enfriando. Con curiosidad, me acerqué a ella, destapándola con cuidado de no quemarme y sintiendo mi estómago rugir de hambre cuando el delicioso olor me invadió.

No lo pensé mucho y tomé una de las cucharas guardadas, dándole una prueba de inmediato.

Era una deliciosa sopa, casi como un estofado con carne de oveja. Las verduras flotaban en el espeso líquido, mientras la carne bien cocinada se dirigía de inmediato a mi boca.

HOLOCAUSTO // HYUNLIX Donde viven las historias. Descúbrelo ahora