Las semanas en la cueva se arrastraban como un interminable rosario de sufrimiento. Cada día me sentía más atrapado en esta prisión impuesta por el demonio, con mi cuerpo debilitándose a medida que la repugnancia y el dolor se apoderaban de mí. La idea de llevar dentro de mí a los herederos de un ser tan despiadado me producía un rechazo visceral. Cada vez que pensaba en la sangre del demonio corriendo por mis venas, una oleada de asco me invadía, y la certeza de que esas criaturas crecían en mi interior se sentía como una burla cruel del destino.No podía aceptar que mi cuerpo se hubiera convertido en el hogar de esos seres. Mi aversión hacia ellos y el demonio se intensificaba con cada día que pasaba. La realidad de mi situación me aplastaba, y mis intentos por ignorarla solo parecían agravar mi estado. La rutina diaria que el demonio imponía, con su actitud cada vez más áspera, me hacía sentir como un prisionero en su propio cuerpo.
El demonio, siempre distante, había comenzado a mostrar una paciencia cada vez menor. Sus visitas se volvieron más bruscas, su trato más implacable. La comida que me dejaba, aunque nutriente, se convirtió en una tortura de la que no podía escapar. Me obligaba a comer, sin importar cuánto me rebelara. Su mirada, fría y calculadora, se posaba en mí con una intensidad que desnudaba mi desdén y desesperación.
— Tienes que comer —dijo una noche, arrojando la comida frente a mí con un gesto despectivo—. Tus intentos de evitarlo solo te hacen más débil. ¿Acaso no entiendes que tu salud afecta a los herederos que llevas dentro?
Sus palabras eran una condena, un recordatorio cruel de mi impotencia. Mi cuerpo, ya agotado por el constante dolor, se debilitaba más con cada rechazo. La aversión que sentía hacia la comida se mezclaba con un sentido creciente de desesperanza. Sabía que debía alimentarme, pero el simple acto de tragar ese alimento me resultaba casi insoportable.
Una noche, mientras el demonio estaba ausente, me tambaleé hacia la esquina de la cueva, donde encontré una rama seca y puntiaguda. La desesperación me llevó a considerar medidas drásticas. La idea de acabar con todo, de liberarme de la tortura que era mi propia existencia, parecía ser mi única salida.
Con manos temblorosas, sostuve la rama contra mi abdomen, preparándome para el dolor que se avecinaba. Cerré los ojos, el corazón latiendo con fuerza mientras me preparaba para clavarla en mi piel. El frío del madera contra mi piel era un recordatorio brutal de mi desesperación. Estaba a punto de perforar la piel cuando una fuerza implacable me detuvo. Abrí los ojos de par en par y allí estaba él, el demonio, con una furia que nunca había visto antes.
— ¿Qué crees que estás haciendo? —rugió, su voz resonando en las paredes de la cueva con una intensidad que hizo que mi corazón se detuviera.
El miedo se apoderó de mí, y la rama cayó de mis manos. No podía moverme, solo mirarlo con una mezcla de terror y culpabilidad. Su expresión era una mezcla de furia y desdén.
— ¿Crees que puedes desafiarme de esta manera? —continuó, su tono bajo pero lleno de amenaza—. Eres mío. Tu vida, tu cuerpo, todo te pertenece. No permitiré que destruyas lo que llevo planeando tanto tiempo.
Me levantó del suelo con una facilidad abrumadora, su mano fría y firme sujetando mi brazo con una fuerza que me hizo soltar un gemido de dolor. La rabia en sus ojos era palpable, y sus movimientos eran bruscos, como si quisiera infligir el máximo daño posible por mi insolencia. Me arrastró hacia la cama improvisada y me lanzó sobre ella, su presencia dominante llenando el espacio.
— Si no te preocupa tu propia vida, al menos deberías pensar en lo que llevas dentro —dijo, su voz goteando desdén—. Tu salud es crucial para asegurar el futuro de mis herederos. No te atrevas a intentar algo tan estúpido de nuevo.
Sus palabras eran una sentencia cruel, y el odio que sentía hacia él se mezclaba con una creciente desesperación. Mi cuerpo, ya debilitado, se sentía como una cáscara vacía, una prisión que contenía a seres que no deseaba. El demonio permaneció en silencio, observándome con una intensidad que me hacía sentir desnudo ante él. Finalmente, se volvió y salió de la cueva, dejándome solo con mis pensamientos y mi dolor.
Los días siguientes siguieron un patrón similar. El demonio se mostraba cada vez más áspero y exigente. Sus visitas eran cada vez más frecuentes y su actitud más cruel. Cada vez que no lograba seguir sus instrucciones al pie de la letra, su enojo era evidente. Me obligaba a comer y a tomar las pociones que preparaba, sin importar cuánto me resistiera. Su insistencia me hacía sentir más atrapado y desesperado.
A pesar de su insistencia, no podía evitar sentirme cada vez más débil. La comida que me ofrecía ya no parecía proporcionar el alivio que necesitaba. Mis fuerzas se desvanecían, y mi cuerpo se volvía más frágil con cada día que pasaba. La aversión que sentía hacia las criaturas en mi interior se convertía en una carga cada vez más pesada.
El demonio, con su presencia constante y su actitud cada vez más brutal, me mantenía en un estado de ansiedad constante. La presión que sentía era inaguantable, y mis intentos de escapar de mi dolor se volvían cada vez más desesperados. La rabia que sentía hacia él y hacia los seres que llevaba en mi vientre solo aumentaba con cada día que pasaba.
A pesar de todo, el odio hacia el demonio y hacia las criaturas que crecían en mi interior seguía siendo una constante. La idea de que mi cuerpo estaba al servicio de sus planes me producía una repugnancia que no podía ignorar. Mi existencia se había convertido en una tortura interminable, y la realidad de mi situación se establecía como una carga implacable sobre mis hombros.
La cueva, una vez un refugio de dolor y desolación, ahora se sentía como una prisión aún más opresiva. La verdad que el demonio me había revelado era una carga que llevaba conmigo mientras enfrentaba un futuro incierto y aterrador. No había escape de esta realidad, y mi odio hacia él y hacia los seres que llevaba dentro solo se profundizaba con cada día que pasaba.
Cada día que pasaba me acercaba más a la desesperación total. El dolor y la debilidad se apoderaban de mí, y la presencia del demonio solo servía para recordarme la crueldad de mi destino. La idea de aceptar mi papel como la madre de sus herederos se volvía cada vez más intolerable, y la resistencia que sentía hacia él y hacia ellos me mantenía en un estado de constante conflicto.
La cueva se convirtió en un lugar de sufrimiento constante, y la presencia del demonio, con su furia y su indiferencia, solo hacía que mi dolor fuera más agudo. Mi cuerpo y mi espíritu se desmoronaban bajo el peso de mi realidad, y la idea de enfrentar un futuro que parecía inescapable me llenaba de una desesperanza profunda.
Cada día, la lucha por aceptar mi destino y la resistencia a la realidad de mi situación se volvía más intensa. El demonio continuaba su tratamiento áspero y exigente, sin mostrar piedad por el sufrimiento que me infligía. Mi existencia, una vez un simple sufrimiento, se había convertido en una batalla constante entre la desesperación y la aceptación de un destino que no deseaba.
La cueva, ahora un lugar de tortura y desesperanza, se convertía en una prisión aún más opresiva con cada día que pasaba. Mi cuerpo y mi mente se debilitaban bajo el peso de la realidad que el demonio me había impuesto, y la idea de enfrentar un futuro tan oscuro y aterrador solo profundizaba mi desesperación.
La realidad de mi situación se establecía como una carga implacable sobre mis hombros, y la presencia del demonio, con su furia y su indiferencia, solo servía para recordarme la crueldad de mi destino. Mi existencia se había convertido en una tortura interminable, y la idea de aceptar mi papel como la madre de sus herederos me llenaba de una repugnancia que no podía ignorar.
ESTÁS LEYENDO
HOLOCAUSTO // HYUNLIX
FanfictionDónde HyunJin es el rey del Inframundo, el cual está en busca de una persona completamente digna a sus caprichos que pueda concebir a su próximo heredero. O donde Lee Felix es el encargado de dar a luz a los hijos del rey demonio.