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Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. La monotonía del tiempo en la cueva era interminable, y mi existencia parecía suspendida en una realidad cruel e inmutable. El dolor constante en mi abdomen se volvió una parte habitual de mi vida, y la repugnancia hacia la situación en la que me encontraba nunca se desvaneció. La sensación de ser una marioneta en manos del demonio se había convertido en una carga insoportable.

Cada mañana, el demonio me obligaba a seguir sus estrictas rutinas. Su control era absoluto, y cualquier intento de resistencia era castigado con una crueldad aún mayor. Mi debilitado cuerpo apenas podía seguir el ritmo de sus exigencias, y el dolor en mi abdomen se volvía cada vez más intenso. Sin embargo, el demonio no mostraba ninguna compasión. Su mirada fría y su actitud implacable eran recordatorios constantes de mi impotencia.

Una noche, mientras me encontraba solo en la cueva, noté que algo había cambiado en mi cuerpo. Mi abdomen, ya notablemente hinchado, parecía haber crecido aún más. La sensación de plenitud era cada vez más evidente, y me sentía incómodo con cada movimiento que hacía. Había intentado ignorar estos cambios durante semanas, pero la creciente presión en mi vientre era innegable.

Me tumbé en la cama de paja, tratando de encontrar una posición que aliviara el dolor, cuando de repente sentí una sacudida en mi abdomen. Era una sensación extraña, como si algo se moviera dentro de mí. Mi corazón se aceleró al darme cuenta de que era una patada, una patada real, como si los bebés estuvieran realmente vivos dentro de mí.

El shock fue abrumador. Me quedé paralizado por un momento, sin poder procesar lo que acababa de experimentar. Mi mente luchaba por aceptar la realidad de que los seres que llevaba en mi vientre no solo eran una extensión del demonio, sino que tenían una existencia propia. La idea de que los bebés estaban creciendo y moviéndose dentro de mí era más de lo que podía soportar.

— ¡Detente! —grité, mi voz quebrada por la desesperación—. ¡Deja de moverte! ¡No quiero sentir esto!

La respuesta del bebé fue inmediata. La patada se intensificó, como si el pequeño ser dentro de mí estuviera reaccionando a mi angustia. El movimiento en mi abdomen se volvió más frenético, y mi desesperación creció con cada segundo que pasaba. El miedo y la repugnancia me inundaron, y mi mente comenzó a considerar las formas más desesperadas de enfrentar esta situación.

— ¡Por favor, para! —rogué, con lágrimas surcando mi rostro—. ¡No puedes hacer esto!

El sentimiento de ser completamente invadido por los bebés se volvía cada vez más insoportable. La repugnancia y el miedo se mezclaban en una tormenta de emociones, y el simple hecho de sentir que tenía una vida creciendo dentro de mí me hacía sentir enfermo. Mi primer impulso fue golpear mi vientre, intentar detener el movimiento que me estaba torturando, pero sabía que era una idea estúpida y peligrosa.

Desesperado, me senté en la cama y miré el lugar donde los bebés se movían, mis manos temblando mientras las colocaba sobre mi abdomen. Intenté calmarlos con palabras, como si pudieran entender mi angustia. Pero en lugar de detenerse, el movimiento se volvió más intenso, como si el bebé estuviera respondiendo a mi desesperación.

— ¡Déjame en paz! —grité, mi voz llena de pánico—. ¡Por favor, detente!

En medio de mi desesperación, el demonio entró en la cueva. Su presencia dominante llenó el espacio, y al ver mi estado, su expresión se tornó en una mezcla de sorpresa e irritación. Se acercó a mí con rapidez, su mirada fija en mi abdomen como si tratara de entender lo que estaba ocurriendo.

— ¿Qué estás haciendo? —preguntó con una frialdad cortante—. ¿Por qué estás causando tanto alboroto?

No pude responder inmediatamente. Mi mente estaba abrumada por el miedo y la repugnancia, y la idea de que el demonio estaba observando mi sufrimiento solo aumentaba mi desesperación. Mis manos seguían temblando sobre mi vientre, y mi respiración era irregular mientras intentaba controlar el pánico.

— No puedo soportar esto —dije finalmente, mi voz quebrada—. Los bebés están moviéndose demasiado. No puedo lidiar con esto. ¡Es insoportable!

El demonio frunció el ceño y se acercó a mí. Sin decir una palabra, colocó su mano sobre mi abdomen. La sensación de su contacto era fría y firme, y un instante después, los movimientos frenéticos dentro de mí comenzaron a calmarse. Era como si el bebé sintiera la presencia del demonio y respondiera a su autoridad.

— ¿Qué estás haciendo? —pregunté, mi voz llena de confusión y alivio—. ¿Cómo lograste que se detuviera?

— Los bebés responden a mi presencia —explicó el demonio con un tono implacable—. Su conexión conmigo es más fuerte de lo que crees. Ellos entienden que yo soy su padre, y mi influencia sobre ellos es absoluta.

La realidad de sus palabras me golpeó con fuerza. La idea de que los bebés en mi vientre estaban ligados al demonio de una manera tan fundamental solo aumentaba mi repugnancia. La sensación de ser una simple incubadora para sus herederos era más angustiante que nunca.

— ¿Por qué estás haciendo esto? —pregunté, mi voz llena de desesperación—. ¿Por qué no puedes dejarme en paz?

El demonio se acercó aún más, su mirada fría fija en la mía. — Lo que estoy haciendo es necesario —dijo—. Los herederos que llevas dentro son una parte crucial de mi plan. Tu papel es garantizar que ellos nazcan en las mejores condiciones posibles.

— ¿Y qué pasa conmigo? —pregunté—. ¿No hay lugar para mi libertad en tu plan?

El demonio suspiró, su expresión endurecida por un momento. — Tu libertad no está en mi agenda —dijo—. Lo que importa es el futuro de los herederos. Una vez que hayan nacido, podrás buscar tu propio camino, si así lo deseas.

Sus palabras eran una cruel ironía. La idea de que mi libertad estaba condicionada a la llegada de los herederos me parecía una burla a mi sufrimiento. La desesperación y el miedo seguían creciendo dentro de mí, y la realidad de mi situación se volvía cada vez más insoportable.

— No puedo seguir así —dije, mi voz temblando—. La repugnancia que siento es abrumadora. No puedo aceptar que estas criaturas están dentro de mí, creciendo y moviéndose como si fueran normales.

El demonio se mantuvo en silencio por un momento, su mirada fija en mí con una intensidad que no podía ignorar. Finalmente, habló con un tono que era a la vez frío y comprensivo. — La repugnancia que sientes es natural —dijo—. Pero debes entender que esto es parte del proceso. Los herederos están creciendo, y su desarrollo es esencial para lo que está por venir.

— ¿Y qué pasará si no puedo soportarlo? —pregunté, mi voz llena de desesperación—. ¿Qué pasa si mi debilidad pone en peligro el nacimiento de los herederos?

El demonio se acercó, su presencia imponente llenando el espacio. — No hay lugar para la debilidad en este proceso —dijo con firmeza—. Debes encontrar la fuerza para soportar lo que viene. El futuro de los herederos depende de ti.

Sus palabras eran un recordatorio cruel de mi impotencia. La desesperación y la repugnancia se mezclaban en una tormenta de emociones que me hacía cuestionar mi capacidad para soportar esta carga. La realidad de mi situación se volvía cada vez más abrumadora, y la idea de que mi destino estaba ligado a la voluntad del demonio era una carga que no podía ignorar.

La noche avanzó en un silencio tenso, la cueva envuelta en una oscuridad que reflejaba mi estado emocional. El demonio, con su presencia implacable, se mantuvo cerca, observando mis movimientos con una mirada que parecía medir cada uno de mis intentos de resistencia. La realidad de mi situación era una carga constante, y la repugnancia hacia el demonio y hacia los bebés en mi vientre solo aumentaba con cada día que pasaba.

A medida que el tiempo avanzaba, la sensación de desesperación y angustia se volvía cada vez más intensa. La idea de que mi vida estaba completamente fuera de mi control, y que el futuro de los herederos dependía de mi capacidad para soportar el sufrimiento, era una carga que me consumía. La lucha entre la aceptación de mi destino y la repugnancia hacia la realidad de mi situación seguía siendo una constante en mi vida.

HOLOCAUSTO // HYUNLIX Donde viven las historias. Descúbrelo ahora