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Los días en la cueva se volvían cada vez más grises, y mi repugnancia hacia la realidad de mi existencia crecía como una sombra oscura que parecía devorar cada rayo de esperanza. El constante dolor en mi abdomen, la debilidad que me consumía, y la sensación de ser una simple marioneta en manos del demonio, me hacían cuestionar todo lo que había sido y todo lo que podría haber sido.

Me encontraba tirado en la cama de paja, inmóvil y desolado, cuando el demonio entró en la cueva con su habitual presencia imponente. Sus pasos resonaban en el suelo de piedra, marcando cada uno de mis días con un recordatorio de mi impotencia. Su actitud, siempre fría y calculadora, se había vuelto aún más dura y exigente con el paso del tiempo.

— Hoy tienes que comer todo lo que te doy —ordenó, su voz cargada con una autoridad implacable mientras dejaba una bandeja de comida frente a mí—. No quiero excusas. Tu salud es esencial para los herederos que llevas dentro.

Miré la bandeja con una mezcla de asco y desesperación. La comida, aunque nutritiva, me resultaba repugnante. Cada bocado que forzaba en mi boca era una lucha interna, y el simple acto de tragar era casi insoportable. Mi cuerpo se rebelaba, y el demonio parecía disfrutar de mi sufrimiento, su mirada fría fija en mí mientras comía con dificultad.

— ¿Por qué insistes en hacerme esto? —pregunté, mi voz quebrada por la angustia—. ¿No ves que me estás matando lentamente?

— Lo que hago es necesario —respondió con una frialdad implacable—. Tus debilidades no me afectan. Lo que importa es que te asegures de que los herederos nazcan sanos y fuertes. Lo que sientas no tiene importancia.

Su actitud era una burla cruel a mi sufrimiento. Cada palabra suya era una afrenta a mi resistencia, y cada día me sentía más atrapado en este destino que no deseaba. La idea de que estaba condenado a ser una marioneta en su juego me consumía, y mis intentos fallidos de acabar con mi vida solo me habían llevado a una desesperanza aún mayor.

La frustración acumulada me llevó a confrontarlo una vez más, a pesar del temor que sentía. — No puedo seguir así. Mi vida no tiene valor si estoy condenado a vivir solo para satisfacer tus deseos.

El demonio se acercó, su mirada implacable y su presencia dominante llenando el espacio. — Tu vida tiene valor solo en la medida en que sirva a mis propósitos —dijo, su voz grave resonando en la cueva—. Si deseas rebelarte, sufrirás las consecuencias. Pero si te ajustas a mi voluntad, cumplirás tu papel, y quizás entonces encuentres un propósito en este tormento.

Sus palabras eran una condena a la que no podía escapar. La repugnancia hacia la idea de llevar a sus herederos en mi interior se mezclaba con la sensación de desesperanza que me envolvía. No había escapatoria de esta prisión, y cada intento de rebelión solo me llevaba a una mayor humillación.

En los días siguientes, mientras luchaba con mi dolor y mi debilidad, empecé a observar algo nuevo en el demonio. Aunque su actitud seguía siendo cruel y despiadada, había momentos en los que su mirada se volvía más vacilante, su postura más tensa. Era como si, de vez en cuando, una sombra de vulnerabilidad se deslizara sobre él.

Una noche, mientras me forzaba a comer otra porción de la comida que me ofrecía, noté una ligera contracción en su mandíbula. Estaba sentado cerca de la llama del fuego, su mirada fija en el suelo. Era una expresión que nunca había visto antes en él, un atisbo de algo que no podía identificar. Mi curiosidad me llevó a preguntar, aunque sabía que cualquier intento de conversación podría ser castigado.

— ¿Alguna vez te has preguntado cómo sería no tener que imponer tu voluntad sobre otros? —pregunté, mi voz temblando—. ¿No te gustaría experimentar una vida sin todo este poder y control?

HOLOCAUSTO // HYUNLIX Donde viven las historias. Descúbrelo ahora